martes, 16 de marzo de 2010

Mi segunda primera carrera


Hoy sí, hoy hablaré de la primera carrera, la del Distrito Macarena. Como ya conté me la quería tomar con tranquilidad, de una manera relajada, sin embargo los nervios afloraron por la noche, no dejándome descansar.

Me levanté un par de horas antes de la salida, para tomar algo de desayuno, poca cosa. Ya tenía la mochila preparada desde la noche antes y marché para la carrera caminando. Al salir me di cuenta que chispeaba, así que volví a coger el paraguas.

Llegando a la casa de mis padres, viven junto al parque Miraflores, la lluvia aumentó y, sinceramente, mis ganas de correr desaparecieron. No le veía sentido a correr así, ya digo, ahora estoy mucho más pragmático, quizás exento de pasión. Mi hermano sin embargo ya estaba dispuesto a todo, con un chubasquero y una gorra bien encastrada. Llegamos a un trato, si a las 9:20 no llovía mucho iría a correr, sino se iba solo.

Finalmente escampó, y fuimos trotando a la salida, apenas a 500 metros de casa. Eso fue todo nuestro calentamiento. Nos colocamos a la cola, entre el barro. Mi primera sorpresa fue la cantidad de gente que allí había. No recordaba una popular con tantísima gente, realmente sorprendente.

Estuvimos allí demasiado tiempo, la salida se retrasaba y yo ya tenía medio botín hundido en el barro. Al fin sonó el pistoletazo de salida, pero bueno, eso fue para la primera fila. Yo comencé a pegar pasitos cual Chiquito de la Calzada, y pasé la línea de salida 30 segundos después del tiro, y aún así todavía no corría…y lo que me quedaba.

Al salir del parque me lancé por la acera, junto a mi hermano, era la única manera de correr. Aquí nos percatamos de la gran cantidad de gente que había, ¿pero toda esa gente estaba delante nuestra en la salida o se iban añadiendo por la avenida? Creo que la segunda opción es la correcta. Dudo que casi 2.000 atletas pasasen por la línea de salida.

Pero bueno, que más da. El caso es que por lo menos hasta el kilómetro 2,5 o 3 no alcanzamos el ritmo. Mis sensaciones fueron buenas siempre. Mi hermano llevaba la voz cantante, está más fuerte que yo, lleva mucho más tiempo entrenando.

A la altura de lo que era el Bazar España cazamos a otro colega de entreno, pero él salió más adelante, o sea que hasta casi media carrera no le cogimos, verdaderamente perdimos mucho tiempo al principio. Los tres juntos llegamos al parque, nuestro colega pasó una pequeña crisis y aunque al principio lo arropamos y aguantó, finalmente cedió un poco.

Fue entonces cuando mi hermano quiso tirar…¿Le podría haber seguido? Probablemente sí, pero no quería sufrir en exceso y me dediqué a mantener el ritmo y no acepté su invitación. Fue en esta fase final cuando pude verificar el ritmo real al que iba, ya que los puntos kilométricos de la carrera estaban muy mal situados. Usando las marcas kilométricas que el Parque de Miraflores tiene verifiqué que iba a 4’31”, lo que no estaba nada mal.

En el último kilómetro me pasaron bastantes corredores, sin embargo yo continué con mi ritmo hasta meta. Finalmente mi cronómetro marcaba 46’00”, en la clasificación aparecía bastante más.

En conclusión estoy muy satisfecho con el desempeño, la marca, las sensaciones, sin embargo esperaba sentir algo especial durante la carrera, alguna sensación de alegría, ilusión por el hecho de competir, pero no hubo nada de eso.

Es algo que me preocupa relativamente. Cuando dejé esto fue por falta de ilusión, quizás aún es pronto y poco a poco vaya surgiendo. Realmente quería competir, pero creí que me reportaría una mayor satisfacción.

Bueno, ahora no tengo nada claro que vaya a disputar la siguiente popular debido a mi problema con la fascia lata, que aunque va mejorando, tengo claro que no voy a forzar a estas alturas de la película.

Continuará

viernes, 12 de marzo de 2010

La lata de la Fascia Lata



Este segundo capítulo debía versar sobre la Carrera Macarena del pasado fin de semana, “Mi segunda primera carrera” se iba a titular. Sin embargo ha acontecido algo más relevante, y desgraciadamente negativo.


Me he lesionado, espero que no de gravedad. Sin embargo hay algo bueno, según se mire, y es que es una lesión conocida. Ya me tuvo parado por el año 2004 o 2005 durante un par de meses, y posteriormente siempre he tenido que estar muy pendiente de ella.


Recuerdo el momento de la lesión perfectamente. Era un día frío, con lluvia, pero había dado una breve tregua, la suficiente como salir a entrenar, vamos un día como los que venimos teniendo últimamente. Esta tarde había bastantes gallitos en el corral. A los habituales de mi club, a los fieles que iban lloviese, nevase o granizase, se nos unieron otros conocidos del parque (Miraflores) que ante el percal meteorológico y con el objeto de ir más arropados se unieron a nosotros.


El calentamiento fue mínimo, ante el miedo a que comenzase a llover, quizás aquí estuvo el error. Empezamos el entreno y a los 500 metros siento un pequeño dolor en el lateral de la rodilla izquierda, el dolor crece y crece hasta que me hace pegar una “cojetá” importante y casi tiro al de al lado. Tras esa zancada en falso pareció que todo volvía a ir bien. Acabé el entreno con el resto, sin mayor molestia y empujando como el que más.


¡Ah, amigo! Pero cuando llegue a casa y aquello se empezó a enfriar, vi las auténticas consecuencias. Ahora sí que iba cojo. Inmediatamente me puse hielo, pero fue para nada, el daño estaba hecho.


Al hablarlo con mi entrenador, obviamente, mandó reposo y mezclar frío con calor. Así se acumularon las semanas. Tras un mes decidí probar. El calentamiento bien, pero ya al correr algo más rápido la molestia aparecía. Volví a parar por 2 o 3 semanas.


Viendo que aquello no tenía visos de mejorar, decidí ir al fisio. Os preguntaréis que por qué no fui antes, pero es que en mi época estudiantil 20 o 30 euros eran mucho. Sin embargo fueron unos euros muy bien invertidos. El fisio me reconoció, incluso me llamó por mi nombre (festival del humor), y me dijo que no me podía tocar, que tenía la zona inflamada y que no era posible actuar aún. Me quedé helado, esa conclusión la sacó a ojo, tras verme sentando en la camilla en gayumbos. Y me dice al ver mi cara de incredulidad: ¿A que te duele aquí? - ¡La virgen! ¡Qué dolor! Si hubiese tenido una lámpara de araña me hubiese subido a ella de un bote. Me “recetó” un estiramiento super raro que debía hacer varias veces al día, y me dio cita para una semana más tarde.



Fui buen paciente y realicé los estiramientos, de hecho notaba como cada día la zona se hacía más flexible. Llego el día de la cita y magia. Tras un masaje bastante doloroso me dice que al día siguiente corra y me vuelve a dar cita para finiquitar el tema.


Efectivamente al día siguiente entrené, con molestias, pero no por la lesión, sino por la caña que me había dado en la pierna. Desde entonces siempre ha sido una zona que me ha ido dando problemas y que con el estiramiento “de marras” he ido controlando.


Sin embargo este martes sentí algo similar entrenando en Miraflores, pero a mucha menor escala y efectivamente creo que es lo mismo, al menos las sensaciones son similares. Ya he pedido cita con el mismo fisio, pero tardará en verme una semana, así que si por las moscas ya he comenzado con el mencionado estiramiento y echándome una pomada que no sé si es realmente efectiva.

Ahora a efectos didácticos os voy a hacer una explicación somera y detallada de los que es la Facia Lata, perdonad el lenguaje técnico pero "eso es así": eso es una mezcla de músculo y tendón que va la cadera al lao de la rodilla, y que como buen tejido tendinoso soporta tensión, del latín tesiona-tensionae (lo sé, voy de sobrao y no tengo ni idea de lo hablo). Si tras esta exposición os quedan dudas os paso una imagen:




Ahora sí, ¿no?, es que en ocasiones me complico con el verbo. Para finalizar, y con intención terapéutica y preventiva, os dejo un vídeo de como masajearnos "la latosa" esta:





Continuará


martes, 9 de marzo de 2010

El efecto Marty McFly

Bueno, he vuelto a competir. Desde 2006 que no me ponía un dorsal, desde la maratón que puso fin a mi carrera “de elite” (nótese el tono irónico). Más adelante, quizás otro día, vuelva a ese punto, que se merece un capítulo. Hoy sólo quiero hablar y saborear mi “nueva primera carrera”.



Realmente no sentí una gran emoción al volver a competir, lo que me preocupa. Puede que fuese precipitado, ya que le tenía bastante respeto al hecho de volver a correr exigiéndome algo más que en cualquier entreno. Hace escasos meses, 4 para ser exactos, simplemente buscaba bajar algo de peso. Llevaba un tiempo descuidándome y sabía muy bien como volver al redil. Desde el 2006 lo había intentado en diversas ocasiones, pero la desmotivación había sido el factor clave para abandonar en pocas semanas, o incluso días.



Pero en Noviembre me puse serio. Me enfundé las zapatillas, que mi hermano “me consiguió”, con la clara de intención de volver a estar en forma. Fue entonces cuando, de sopetón, sufrí el "Efecto Marty McFly", volví al pasado, pero no bordo de un De Lorean, sino de unas Saucony. Bastante control en las comidas, incrementando la ingesta de frutas y cortando mi idílica relación con los productos cárnicos del cerdo, aunque siempre con alguna cana al aire. Y lo más importante, la constancia en el hecho de salir a correr.



Al principio no me planteaba objetivos, aunque eso iba a cambiar pronto. Saldría a correr cuando pudiese, pero sin la obligación de hacerlo hoy, podría ser mañana, daba igual la hora. Puede parecer algo anárquico, pero funcionó. Me marqué objetivos generales y accesibles, nada excesivamente concreto. Comencé saliendo 2 o 3 días por semana, en ocasiones acompañado por Greta, una galga que mi pareja y yo recogimos de la carretera. Pronto mi hermano me enganchó para unirme a él en algún entreno. ¡Cómo se nota la mejora de rendimiento al entrenar acompañado!



Ya buscaba quedar con mi hermano con mayor frecuencia, a la par que corría en solitario. Ya estaba entrenando 4 días a la semana e incluso antes de la Carrera Popular Macarena hice 5 días de entreno en alguna ocasión. Básicamente lo que hacía era rodar y rodar, ganar fondo. Recordemos que mi objetivo era estar en forma, vamos, perder kilates. Ahora hacer de 8 a 10 kilómetros es lo habitual.



Muy bien, ya estaba comenzando a entrarme el gusanillo, y claro, el hecho de competir no tardó en pasar por mi mente. Era algo que a priori quería evitar, quizás por las fatigas pasadas en mi último año corriendo, sin embargo el hecho de oír hablar de “las populares” puso mi vista en la web del IDI.



Mis pretensiones al iniciar mi nueva aventura en el atletismo eran muy “suaves”, sin presión. Con correr a final de año, del año 2010, por debajo de 5’ estaría satisfecho. Pero la cosa se aceleró y de qué manera. Ya en enero estaba haciendo fartleks, cual Bekele, por debajo a 4’, y rodando con facilidad a 4’45”.



La verdad es que la pertinaz lluvia que nos viene acompañando desde hace una fechas frenó algo la gran evolución de venía viviendo, pero aún así la ilusión se empezaba a desmadrar. Tuve que poner “freno mental”: voy a disfrutar de la carrera, no quiero terminar roto a un kilómetro de meta, ni echar el hígado en el último sprint. Sí, son gajes de la competición, pero yo no quiero eso ahora. Pese a todo ello, el sábado por la noche no dormir del todo bien. ¡¡Estaba nervioso!!, miré el reloj varias veces, me levanté temprano para desayunar bien y hacer la digestión, ¡joé estoy amaestrao!

Continuará...