lunes, 25 de febrero de 2013

29º Maratón de Sevilla. Vuelvo a sentirme maratoniano.



Meta, ¿qué llevo en la mano?


Con el título me quedo, de los tres maratones que he disputado: 2005, 2006 y 2013, el último ha sido con el que más contento he terminado. Porque he disfrutado más de la carrera, he sido más conciente de las cosas, he sentido la carrera, me he sentido a mí, y aunque no ha sido perfecto, he terminado muy satisfecho.



Vayamos al lío. El objetivo primordial, con el listón que había marcado los entrenamientos y con la idea que salía, no era otro que bajar de 3 horas. Osado, puede ser, pero no mucho. Valgo esa marca y la voy a conseguir tarde o temprano. Sinceramente, me da igual 2h:59m:53s, que 2h55:21s. El maratón no es una competición que me llame especialmente, prefiero las medias. Pero la meta que me he marcado es bajar de 3 horas,  cuando lo consiga la maratón perderá muchos alicientes para mí. Pero es algo que debo hacer y haré.



Así que con esa determinación salgo, siempre tratando de ser prudente, conservador, ahorrador, pero con un ritmo en la cabeza. Un buen presagio. Entre más de 7.000 atletas y a escasos minutos de arrancar aparece mi lado mi colega Javigan. Le había estado buscando, llamando al móvil hasta que dejé la bolsa en el guardarropa y tras dar mil vueltas en su busca está a mi lado. Tamaña sorpresa no puede ser más que un buen vaticinio, pienso.



Se da el tiro y la salida es fluida, se coge el ritmo con facilidad. Se han organizado algunos cajones en función de la marca acreditada, pero nadie controla el acceso a los mismos, así que te podías meter en el que te diese la gana. Afortunadamente reinó el sentido común y la salida fue adecuada. Javigan sale un pelo más rápido que yo, pero ya en el K2 vamos codo con codo.



Charlamos, bromeamos, vamos fáciles, como no puede ser de otra forma. Como siempre es curioso ver que cuando llegan los puntos kilométricos la sinfonía de gps, pulsómetros y demás cachivaches es más que llamativa. Ya desde el inicio mi Garmin pica los kilómetos un pelo antes de los “oficial”, e iría por tanto acumulando ese pequeño desfase.


Codo con codo con Javigan


Bien, ahora hay que ser cauto y no pasarse un pelo. Hidratarse bien, ir arropado, cómodo, fácil. Los primeros 10K pasan como si nada, aunque ya vamos a hablar de uno de los personajes de la carrera, “el fornicador de la valla”. Al poco de pasar la Torre del  Oro un atleta le mete “un empujón” a una valla que hace las veces de separación con el carril del tráfico rodado. El leñazo es de impresión, alguno se preocupa por la salud del individuo, otros nos medio descojonamos (lo siento), que pese a la penetración por detrás, sin vaselina, dice que no ha pasado nada. Un puntazo de esa envergadura tuvo que doler, a él y a la valla. Puedo asegurar y aseguro que dentro de 9 meses habrá problemas. Lo que sí pudieron certificar los sanitarios es que este hombre no padecerá de anemia en años, comió mucho hierro.



Tras este hecho, que nos hizo esbozar más de una sonrisa, llegamos al primer paso por la rotonda de la Barqueta, mucha gente allí, banderas de muchos países. Gran ambiente, magnífico. Aquí ya se empieza a vislumbrar un grupo que parece interesante. Un par de atletas parecen ir muy convencidos de que su ritmo es el adecuado para ir a 3 horas y no el del globo, que va casi a 200 metros de nosotros, bastante desbocado en mi opinión. Según el Garmin nuestro ritmo es bueno, aunque como ya digo, tenía en mente que había desfase, así que lo debía de tener en cuenta llegado el momento. Más o menos aquí, K10 me tomo mi primer gel, llevaba otro.



Nos acercamos al K12, a estas alturas se debe incorporar mi hermano en bici. Él, además de pomponero, lleva 3 geles más y bebida isotónica en su bidón. Ya no me tendría que preocupar de los avituallamientos, en mi opinión una de los fallos de la organización. Creo que sólo el primero tuvo mesas a ambos lados de la calzada, permitiendo un mayor desahogo para los atletas a la hora de hidratarse. Pero luego todo se convirtió en un caos, cada paso por las mesas te hacía frenar, tirar el agua, dar o recibir golpes, suspenso en este aspecto para la organización. Pero daba igual, ese problema iba a desaparecer con mi mochilero personal.



K12, mis padres me animan, no sé muy bien porqué pero me emociono mucho. Casi se me saltan las lágrimas, debo reprimirlas. No me había pasado nunca esto. Ellos me han acompañado a muchas carreras, pero nunca me había emocionado así y más siendo el K12, en fin sentimentalismos maratonianos. Creo que la clave es que no le dije a mi madre nada de la maratón hasta el viernes antes, le tiene cierto pánico a la maratón desde que me vio llegar zombi perdido, cual despojo humano, en el año 2005, pero claro aquello no fue un maratón fue una carrera de supervivencia. Dejemos esto.



Mi hermano se incorpora, bien – me digo. Mi plan era usar un gel cada 10K aproximadamente, ya había usado uno, llevaba otro por si las moscas, pero mi hermano llevaba de todo. A los 200m de ir juntos me dice que si va bien la rueda de atrás, que la ha tenido que cambiar porque se le había pinchado. Le digo que va bien. 500m después se para, va pinchado otra vez o algo raro pasa. Mi error fue no pedirle los geles que él llevaba. Tenía la esperanza de volverle a ver, pero no fue así. Había perdido a mi mochilero, no me duró ni un kilómetro, vamos que pinchó antes que yo. Ahora el problema es que sólo me quedaba un gel. No sé si serán o no eficientes, pero el tema es que esto me trastocaba mis planes mentales, y más allá de que el gel fuese útil o no, iba enfurruscado. ¿Cuándo usar la bala que me quedaba?



Dejando este tema a parte sigo con Javigan, a veces él un pelo delante, a veces un pelo detrás y con el grupo que antes comentaba siempre cerca. Llega el momento del segundo personaje. La bautizo como “Lady Blood”. Ya nos habíamos fijado en ella antes. Era una chica que llevaba un slip y no hacía más que tocarse. Había cachondeo, ¿le picará el moji?, también se entonó el “¡déjame que te acarissie el chou chou, déjame!” El caso es que ya casi en el K15 vemos como sus muslos, por detrás, van llenos de sangre. Una imagen impactante, le llegaba hasta la rodilla los chorreones de sangre. El tema es que iba con el periodo, intuimos, y la chica se estaría recolocando el tampón, la compresa o el corcho. Pero el caso es que no funcionaba. La alcanzo justo cuando pasamos junto al Hospital Virgen Macarena. Veo que en su espalda reza Club Porto, así que intuyo que es portuguesa. Le pregunto si está bien. Me mira, no tenía cara de portuguesa, y me dice que sí. Lleva en el pecho la bandera de Rusia. Aunque no sé si me va a entender le digo que eso es un hospital. No sé si se enteró, lo entendió o qué, el caso es que no me hizo ni caso, ni me miró.



Dejemos aquí este episodio tan sanguinolento. En este punto pierdo de vista a Javigan casi de manera súbita. Lo tenía detrás y ya no estaba. Lo volví a ver aplaudiéndome al entrar en el túnel del estadio. Se había retirado por precaución. Hizo bien. Ánimo crack, tenemos las 3h en las piernas.



A estas alturas decido apostar por el grupo antes comentado. Había estado pululando siempre alrededor de él. Me integré a cola del mismo. Se iba cómodo, a ritmo adecuado para el objetivo y me dije aquí hasta el final.


Atasco en el avituallamiento


No hay más que contar hasta la media maratón, bueno sí, no paraba de girar la cabeza mirando a todo los ciclistas que pasaban por si mi hermano había solucionado sus problemas y me localizaba. A veces acariciaba el bolsillo donde llevaba el gel, como Golum hacía con el anillo, mi tesoro. Llega el K20, donde debía o quería usar el segundo gel, pero claro retrasé el momento. ¿Cuánto? ¿Hasta el K25? ¿Hasta el K30? ¿Sería tarde? Al final lo hice en el K25, antes de un avituallamiento.



Pero antes pasamos la media maratón en 1h30m3X segundos, según el marcador oficial. A ello había que restarle el tiempo que tardé en pasar yo bajo el arco de salida, unos 15”. Esas cuentas las llevaba yo en la cabeza. Además en este punto se unen al grupo dos liebres, amigos del que iba marcando tan bien el ritmo. Los conozco, son atletas de un buen nivel popular, en concreto uno de ellos sé que baja con soltura de 3’30”/Km en los 10.000. Es este atleta en concreto el que marca la pauta. Ya intuiréis lo que suele pasar en estos casos. Va tan fresco, tan suelto a ese ritmo de 4’14”-15” que se le van los pies y comienzan los tirones. Tan pronto vamos a 4’05” como pasamos a 4’20” dentro de un mismo kilómetro. El antiguo timonel le corrige casi en todos los kilómetros. En los primeros momentos yo iba simplemente pensando en mi gel, pero tras tomármelo ya comencé a dudar si el grupo había dejado de ser el adecuado.



Debí dejarlos ahí, pasar a “autogestión”. Pero aquello parecía como el burro y el palo con la zanahoria. Cuando marcábamos un K a 4’08” y me decidía a dejar el grupo, el otro paraba a la liebre y nos hacíamos un K a 4’15”. Esto me hacía volver a dudar y reengancharme. El hecho se volvió a repetir en varias ocasiones. Y ya en el Parque María Luisa, K32 aprox, le vi las orejas al lobo, tarde, y decidí dejarles ir.



Aún tuve un par de kilómetros decentes pero los indicadores de que llegaba el tío del mazo eran inequívocos. Lo primero era que los cuadriceps se me empezaban a cargar, ya no subían alegremente y la zancada era más corta. Tras ello llegaron también los isquiotibiales, ambos, en la zona alta, casi llegando a los glúteos. Nunca me había pasado esto.



Como bien me hizo saber Javigan hace meses, cuando uno afronta una prueba como la maratón no puede salir con un solo objetivo. Debe tener varios, priorizados, por si no sale el primero tener un segundo, un tercero, o un cuarto para tener algo a lo que agarrarse para seguir luchando y no hundirse. Era realista, aunque ya estaba en el K35 sabía que ya no iba a bajar de las 3h. Así que el cerebro, que aún rulaba bien, empezó a calcular para bajar de 3h05m. Con éstas y viendo que la musculatura se me cargaba y cargaba y ante la duda si me daría algún leñazo serio decidí caminar un poco en los avituallamientos. Así se me aliviaba la musculatura, me hidrataba bien y con tranquilidad, y aunque perdía tiempo estaba dentro de los márgenes.


En grupo tras el avituallamiento del K22,5


En la catedral, dan agua, plátanos y al final unos chavales que gritan “¡Energía, energía! No sé de qué hablan pero trinco lo que dan. Es un sobre de un gel…”mi tesoro”. Ya es tarde pero me lo “jinco” del tirón, además estaba bueno. No sé si sería el gel o qué pero marco un K decente aunque luego volví a la realidad y a mi tónica ramplona. Algunos metros caminando para descongestionar y volver a arrancar algo más aliviado, pero siempre mirando el reloj. Lo tenía controlado.



Pese a ir tocado, sin chispa, voy animado con el nuevo objetivo, lo tengo en la mano. Incluso pego algún grito y animo a la banda de música que hay en La Alameda. Muy buena iniciativa esta de la música en vivo en diversos puntos de la carrera. Punto positivo para la organización.



Mini repechín al final de la Calle Calatrava para volver a Barqueta, duelen los cuadriceps. No pasada nada, camino 50 metros, y vuelvo a arrancar. Ya estamos ahí- me digo. Cruzo el puente y vamos hacia el Parque del Alamillo, no paro de calcular y voy bien si marco los kilómetros a 5’00” aproximadamente.



Quedan 2K y animo algo el paso. K41, paso a atletas miro el reloj y voy casi a 4’40”, Pasamos junto al estadio, ahora bajo el viaducto, lo tengo. Giro a la izquierda para encarar el túnel sur del estadio, y ahí, justo ahí me da un leñazo el gemelo derecho. No puede ser, tras una primera zancada en falso sigo, pero me da otro pinchazo, paro inmediatamente. Grito y maldigo. Doy dos pasos antes de reaccionar e irme a un bordillo a estirar el gemelo. Giro la cabeza y miro al túnel y voy a arrancar rezando para que no vuelva a dolerme. No lo hace, entro en el túnel y en la cuesta me lanzo con todo lo que me queda. Toco el  maltrecho tartán (de vergüenza), miro a meta constantemente, quiero ver el cronómetro. Trato de alargar la zancada todo lo que puedo. Voy rápido, o eso creo. Ya no miro mi reloj, busco el crono de meta. Encaro los últimos 100m y ya veo que marca 3h05m, pero entre el desfase de salida del tiempo neto y tal me animo a seguir empujando. Entro contento. He luchado hasta el final y creo haber obtenido mi premio.



Lo malo es que al llegar a casa y verificar los datos veo que, hablo en términos netos, en 2005 hice 3h05m23s y en 2013 termino con 3h05m29s, ¡madre mía 6 segundos! Tan poco y tanto a la vez. De haberme ahorrado alguna de esas paradas “voluntarias” o el maldito calambre en el gemelo lo habría hecho. Aunque por otro lado la marca de 2005 vale infinitamente más que la actual, fue una carrera dantesca aquella. Aunque por aquel entonces mi forma era mucho mejor que la actual. Bueno, basta de peros, aunques y sin embargos. ¿Cómo me siento? Bien, contento, satisfecho. Y lo mejor es que en esa lista de de objetivos al final, aunque deberían estar al principio, rezaba volver a disfrutar de la maratón (creo que ha sido la primera vez que lo he hecho) y sentirme maratoniano. La maratón este año me dijo, no, no vas a bajar de 3h, y yo le dije vale pero déjame batir mi mmp. Llegamos a ese acuerdo y no ha salido por 6 asquerosos segundos. Pero si bien en 2005 terminé cabreado y en 2006 asqueado dejando de correr por casi 3 años, hoy tengo ganas de volver a enfrentarme a mi maratón y como no, con la intención de bajar de 3 horas.



Ahora entramos en la sección de reproches y mejoras.



El viernes mi queridísimo hijo arrancó la hebilla del Garmin, así que tocó correr con él en la mano. Algo muy útil a la hora de avituallarse o abrir los geles, véase la ironía. Ahora tengo que hacerme algún apaño. Para más INRI , por si el gps fallaba llevaba mi reloj de vueltas de toda la vida. Pero claro con los nervios de la salida no lo arranqué y cuando me di cuenta ya pasé de él.



Lo de mi hermano es pa’echarle de comer a parte. Pero mi cabreo, no con él sino con la circunstancia, no tiene parangón con su decepción por no haberme podido ayudar. Obviamente yo no le he dicho nada de los geles ni nada. Me ha prometido que el año que viene se hace la segunda media conmigo, corriendo, con dos... Soy sincero, veo complicado que lo logre, pero por lo menos que lo haga con la bici con ruedas de piedra.



Al sacar la ropa sudada de la bolsa para meterla en la lavadora he visto que el cerco de sudor en las mallas llevaba un filo blanco. Esto no recuerdo que me haya pasado antes, así que intuyo que mi hidratación fue deficiente. Aunque beber más en el caos de los puntos de avituallamientos y además con los vasos, que la mitad del contenido se perdía en el suelo, en tu pecho o en la cara del voluntario. Por cierto, el Acuarius escuece en los ojos, 8 de cada 10 maratonianos así lo atestiguan tras visitar Sevilla.



Estrategia de carrera. Creo que no fue mala. Fui cauto en la primera mitad, pero como ya he reseñado debí dejar marchar el grupo cuando se incorporaron las liebres y subieron el ritmo a base de tirones. No sé si al haber ido a mi bola habría bajado de 3 horas, pero quizás habría retrasado la llegada del muro.



Sí tengo claro o tenía claro, ya antes, que mi preparación no iba a ser la idónea, o la más oportuna. Decidí apostar, y no me arrepiento, por luchar por mmp en media maratón en Ayamonte, lo que me dejaba “sólo” 6 semanas para prepararme para la maratón. Opto por un plan de garantías de 6 días/semana de entrenamiento, que se puede adaptar a 5 días/semana. Lo adapto, lo que reduce el kilometraje semanal, pero es que además en alguna semana sólo entrené 4 días, sacrificando los entrenos más cortos. Resumiendo, sólo en una semana he llegado a 90 kilómetros, incluyendo calentamientos y enfriamientos. Así creo que me presenté algo corto de kilómetros.



La causa de estas “faltas” en los entrenos han sido todos los trámites de la casa nueva, mudanzas (eterna y aún no terminada) y demás vicisitudes que ello ha conllevado. Además de saltarme algún entreno ha habido días que no he estirado nada o de manera deficiente. Imperdonable.



Todos estos factores, a toro pasado, creo que dan más fuerza a mi satisfacción con la marca y me dan alas dado que la mejora es más que factible. A esta línea de autocrítica hay que añadir dos fallos recurrentes en mi persona, bajar algo de peso, estar más cerca de 70Kg que de 75Kg y hacer algo gimnasia (abdominales, lumbares, gomas, pesas). No hago nada de nada, no me gusta y me aburre. Pero tengo claro que es clave.



Bueno, Maratón de Sevilla, nos vemos el año que viene, ¿vale?