viernes, 27 de junio de 2014

Garmin-Eco : Here comes the sun



Bien, esta va a ser una entrada un poco peculiar y fuera de la línea habitual de este blog. Pero tiene su relación. Con los últimos meses llenos de polémicas sobre el coste de la electricidad y el control que se quiere ejercer sobre las energías renovables, mi ocioso cerebro se puso a carburar.

¿Por qué no ser autosuficiente desde el punto de vista eléctrico? Obviamente, serlo implica importantes inversiones, pero yo pensaba a escala menor, más humilde en todo los sentidos. Y me preguntaba ¿por qué no cargar mi Garmin con energía solar? ¿Es posible? ¡Lo es!

Investigué un poco por Internet en busca de las opciones, asequibles, existentes y tras un primer intento fallido, con unos aparatejos baratos y de pésima calidad, di con una solución que por ahora colma mis anhelos. Adquirí una placa solar, del tamaño de una revista aproximadamente, con una salida usb, con la que la carga del reloj es posible. Posteriormente compré un adaptador usb del que salen diversos tipos de clavijas, con lo que ahora también cargo móviles o la cámara de fotos (por ejemplo).

Cargando...


La inversión global no ha superado los 16€. Aunque lo económico no es lo primordial en esta actuación, os diré que, según algún blog, cargar un móvil tiene un coste en la factura de la luz de 6 céntimos de euro, es decir que tardaremos en amortizar la inversión. Pero como ya digo mis motivaciones son otras: básico y fundamental el tema ecológico y el de la sostenibilidad. Otra, llevar la contraria a los que quieren controlar y hacernos tributar por todo, y más aún cuando lo que quieren fiscalizar es algo que no es suyo, ni nuestro.

No sé si os será útil esta entrada, pero yo me quedo muy satisfecho cada vez que coloco mi plaquita y veo mi reloj cargar, mientras tarareo … Here comes the sun...


lunes, 16 de junio de 2014

IX Nocturna Solidaria Carmona





Cuando se atisba Carmona en el calendario, es que la temporada llega a su fin. Y era algo que el cuerpo y la mente me pedían desde hace semanas. Así que no quería darle más largas a esas sensaciones, y sería allí donde me colgaría el dorsal por última vez esta temporada, que ya está bien.



Al igual que siempre, siete kilómetros, algo menos, con giros, mucho empedrado y pocos metros llanos. Como es habitual, el  plato fuerte la subida al Parador Nacional que vamos, con el paso de los años, sabiendo gestionar. Una carrera en la que me gusta sufrir, pero disfrutar a su vez, en especial de su tercio final. Dónde si has sido hormiguita y no cigarra, te puedes divertir mucho.



La sorpresa es que la disputa de la carrera coincidía con el debut de la selección española de fútbol en el mundial de Brasil, lo que lamentable restó participación entre los atletas y los vecinos echados a la calle para animar. Los que comparecimos fuimos menos, sí, pero valientes. Porque además la temperatura era de órdago, con alerta por ola de calor. Más de 30º antes de salir, casi ná.



Antes de arrancar, con mi primo




Gran aliciente, sin duda, poder saludar en los prolegómenos a uno de mis primos, Jorge, al que estoy aconsejando, en la distancia, en sus entrenamientos. Progresa adecuadamente, y en breve se irá sorprendiendo de sus logros, si hace de la constancia su compañera.



Volviendo al calor, y a la carrera en sí, la temperatura era tal que no empecé a moverme hasta cinco minutos antes del tiro, y en ese lapso de tiempo, hice menos de quinientos metros. Así estaba el panorama. Con éstas, decido salir prudente, amén de que se comienza picando para arriba.



Primera curva y primer recorte masivo, impresionante el descaro del personal. Yo a lo mío. Sé que más de la mitad de los que van por delante, al final, terminarán a mi espalda. Aunque prudente, el primer kilómetro sale rápido, 3’36”, a pesar de la primera subida, el resto es favorable.



Completamos la primera vuelta, de poco más de dos kilómetros, y volvemos a pasar por meta, para hacer ahora la vuelta grande, “la graciosa”. Con certeza es la parte más dura de la prueba, pero la más bella, sin duda, de todas las carreras urbanas en las que he participado. Pasar el arco de “La Puerta de Sevilla”, es una sensación especial, y cuando se vuelve a pasar en bajada, sin vas con hambre y piernas, es aún mejor.


Comienza la guasa


Es este punto el que marca el inicio de la cuesta al Parador, con sus dos curvas que te engañan, ya que crees llegar al final. Este año, como casi todos, subo midiendo esfuerzos, sin pasarme, que luego viene lo mejor - me digo. Arriba, y pese a todo, asfixiado y con el corazón a mil, viene el regalo de la campiña a tus pies. Enorme, llana, infinita. Parece una colcha remendada, con parches en distintos marrones,  otros dorados, por el cereal y otros verdes, por el maíz, con lunares amarillos, de los girasoles. Unos segundos, unos metros, en los que la vista se recrea y parece que el sufrimiento no existe, desaparece.

Todo lo que sube...



Pero al volver la vista al frente, al empedrado, te das cuentas que ahora toca sufrir, pero bajando. En los primeros metros parece que estás aprendiendo a correr. Vienes de subir, con esfuerzo, con zancada corta, y ahora el terreno te pide dar zapatilla. El principal problema es acompasar el paso, y recuperar la respiración, adecuarla. Una vez hecho, vista al frente y a trazar con tiralíneas. Aquí no hay acera, no hay camino, es todo uno. Así que vas los más recto posible. Si bien, es todo un aparente descenso, las piernas te transmiten rápido que también hay pequeñas zonas donde vuelves a ir para arriba. Y el cuádriceps te da un bocado, a modo de aviso.




Con todo
Si has sido capaz de guardar fuerzas, en esta parte te puedes “llevar por delante” a muchos, que pagan el exceso de subir fuerte. En la parte más rápida del descenso sólo me comí a dos o tres atletas, pero sí que me acerqué a un grupo, deslavazado, que a falta de mil quinientos metros, me puse como meta alcanzar. Aún había algún minirepecho para arriba, donde las piernas, que dolían, me decían que a pesar de todo iban más fuertes que los de delante. Y ya en el tramo final eché lo que me quedaba, los últimos metros de la temporada. Así fui pasando atletas y atletas. No fue un sprint, sino un ritmo fuerte sostenido. Si alguien me hubiese sprintado, no habría tenido respuesta. Se me quedaron dos atletas más en el tintero, pero no había más metros.



Me quedo con la sensación de haber disfrutado mucho de la carrera, me dio lo que quería. Terminar rápido, vacío y satisfecho. Y en estas alturas del año no se le pueden pedir peras al olmo. Mejora de más de 30” con respecto a mi última participación (2012). ¡Qué mejor manera de terminar el año atlético!



Ahora unas semanas de asueto, para coger impulso y planificar la próxima temporada, en la que, si quiero mejorar, el esfuerzo será un valor fijo en la ecuación.






lunes, 9 de junio de 2014

Aventura en Lantejuela




Cuando bicheando, hace semanas, el calendario en busca de posibles carreras futuras y vi la I Carrera Popular de Lantejuela, se me abrieron los ojos como platos. Nunca había estado allí, me sonaba a lejano, pese a estar en la propia provincia de Sevilla, y ya ese hecho me sedujo.

Cuando voy a una carrera no sólo miro el tema competitivo en sí, sino también otros factores. Como si estoy a gusto, si hay muchos participantes, si el sitio es bonito, si la gente del pueblo se vuelca. En fin, que no es sólo correr por correr. También debo decir que no siempre obro así. En otras ocasiones me mueve el mero afán competitivo, y uno busca carreras llanas, rápidas y para hacer marca, y me da un poco igual el resto.

Es por ello que voy a carreras como la de Esquivel o la MM de Almodóvar del Río, por citar dos. Pues ahí también metería la de Lantejuela. Siendo su primera edición, uno podría esperar errores, fallos de juventud. Pero no fue el caso, un notable alto le pondría a esta prueba, sin duda.

Entre los factores que pongo en la balanza para ir o no ir a una carrera “lejana”, está el viaje en sí. Así que días antes me tracé la ruta para llegar hasta Lantejuela con tranquilidad, sin prisas, por vías secundarias. Disfrutar de la mañana, la carretera, la música, para mí es un añadido. Así salí de Alcalá del Río y pasé por La Rinconada, San José de la Rinconada, junto a Brenes, Carmona, Marchena y finalmente Lantejuela. Algo menos de 90 kilómetros que, obviamente, hubiese hecho más rápido por otra ruta, pero que se me hicieron amenos e interesantes, disfruntando de paisajes nada monótonos y la tranquilidad de ir a tu ritmo. Vale, no tengo un BMW, voy en un Twingo, pero también me gusta conducir.

Si nos ceñimos a lo puramente atlético, diré que ir a esta carrera no cuadraba mucho. El fin de semana anterior lo había dado todo en la Carrera IMD del Parque MªLuisa y el viernes 13 quiero echar el resto en Carmona, para cerrar la temporada. Así que competir aquí no tenía mucho sentido. Exigirme el 100% iba a estar complicado, dada la cercanía de la última popular, y además corría el riesgo de hipotecarme un poco el tema de Carmona. Pero como decía al principio, no sólo es correr lo que me llevó hasta Lantejuela.

No debo negar que otro aliciente, con el que uno siempre suele caer en ensoñaciones, es el hecho de que en esta carrera el límite de inscripción eran doscientos dorsales, hubo algún participantes menos, y que había premios a la general y por categorías no acumulables. ¿Por qué no? Pese a ser algo secundario, subyace en la mente y la alimenta (el hecho de coger trofeo). De ilusiones se vive, que diría el otro, y soñar es gratis.

Sin embargo este sueño no duró mucho. Mientras recogía el dorsal y daba un paseo por las flamantes pistas, no reconocí a ningún galgo, lo que disparó un poco las pulsaciones. Sin embargo, no fue hasta poco antes de media hora del inicio de la prueba, cuando los primeros tiburones se dejaron ver. Ya vi 3 o 4 que eran totalmente inalcanzables. Así que mis esperanzas se diluyeron rápido.

No decidí ahogar mis escasas posibilidades hasta el K2. Salí a ritmo vivo, para por lo menos controlar la cabeza de carrera, aunque sólo fuese con la vista. Creo que iría entre los 20-25 primeros y esperaba cazar a algún atleta de estos que sale a muerte, fruto de la efervescencia de la salida. Aunque cacé a algunos, insuficientes, no dude, dado el escenario, en pasar al plan b: hacer un entrenamiento de calidad. Me planteé, entonces, hacer un rodaje de 6-7 kilómetros a ritmo competición, y luego ir relajado hasta meta. No tenía mucho sentido volver a competir otro diez mil, siete días después y volver a competir el viernes, si no había nada que rascar hoy.

Primeros compases
No fue fácil, pese a todo, mantener el ritmo. La carrera de Lantejuela me recordó un poco a la de Olivares: innumerables cuestas cortas, giros, muy complicado correr de una manera constante. En el K6 me dije si parar o seguir otro más, y alargué hasta el 7. Vaya elección la mía, sin duda en ese kilómetro fue donde más se subía, o por lo menos de una manera más prolongada. Ya a partir de ahí suave hasta meta.



Iba cansado, no podía ser de otra forma, pero no muerto. De hecho me costó bastante desconectar de la carrera. Quería ir tranquilamente a 4’40”, 4’50” hasta meta, pero sin embargo seguía con cierta tensión competitiva en las piernas. Es en este punto, en el que iba relajado, donde me percaté del calor que hacía. Qué alegría que en los puntos de avituallamiento, un total de tres, el agua estuviese fría.

Últimos metros

Poco queda que narrar de la carrera. Obviamente me pasaron atletas hasta llegar de nuevo al estadio, pero aún disfruté de un instante más. Al llegar a los aledaños de las instalaciones deportivas voy escuchando como van coreando un nombre tras mi paso. Debe ser la persona que viene justo detrás de mí (pienso). Echo un vistazo y parece un señor bastante mayor. Veo que se afana por cazarme en las pistas, y decido esperarle para entrar junto a él. Gran esfuerzo el suyo, con casta, aunque al final casi nos peleamos porque quería que yo entrase primero. Lo hicimos a la par.

Por último quería hacer una mención especial a la organización. Voy a tratar de ser lo más objetivo posible. Recogida de dorsal muy rápida. Ubicación de la salida, muy buena, sin aglomeraciones, limpia. Viario, muy bueno, quizás algún giro de 180º que te rompe el ritmo, pero nada más. Balización: excepcional. Medición: me dio exactamente en el Garmin 10K, así que lo mismo tiene algún metro menos. Bolsa del corredor: camiseta, bocadillo, fruta, agua, refresco, dos latas de cerveza, folleto del pueblo y mapa de la provincia. Instalaciones: pistas nuevas, aunque no de tartán, campo de de césped de artificial para calentar y estirar y vestuarios con duchas con agua caliente. Había servicio de masaje. No sé si había servicio de guardarropa. Recibí mucho ánimo del pueblo durante la carrera, no tuve problemas con el tráfico y había muchos voluntarios en el recorrido. Con todo esto quiero decir que es una carrera muy, muy recomendable, pese a la lejanía. Probablemente el año que viene repita.

miércoles, 4 de junio de 2014

Carrera IMD Parque Mª Luisa 2014



Escribo con cierta desgana esta crónica, quizás con la misma que afrontaba esta carrera y también las últimas semanas. Y es que con el calor y toda una temporada encima, cuerpo y mente piden ya un respiro, y lejos de dárselo, por lo general, seguimos estirando y estirando más la temporada, aunque nuestro rendimiento vaya ya en claro declive.

Como os decía, desde la anterior popular, que salió mal y eso también pudo afectar, los entrenamientos ya no iban saliendo tan bien, se sale a entrenar apocado y claro, así, es complicado.

A sabiendas de ellos un sigue entrenando y el único objetivo en esta carrera, finalmente, era no petar y terminar satisfecho con el trabajo, más allá de la marca. Digo que finalmente porque tras la del Parque de Los Príncipes, una debacle, me puse como meta bajar de 36’48”. Pero con el paso de las semanas vi que me podía estrellar otra vez, y que iba a ser mejor esperar al otoño, con la nueva temporada, para volver a luchar al 100%.

Mirando la hora, pensando en qué hacer luego del paseo.

La semana previa a la carrera transcurre sin tensión, duermo bien la noche antes, y en la salida no tengo ningún tipo de nervios. Sólo me contagio un poco, ligeramente, del ansía que veo en algunas caras de los compañeros con los que caliento y hablo. Pero aún así estoy… pluff.

Se da el tiro y salgo a mi ritmo, buscando mi paso, nada de hacer un primer kilómetro a muerte. Nada de alardes. Esto hace que me pase muchísima gente en la salida, pese a picar a 3’40” el primer mil. Pero ya en ese punto la cosa cambia y soy yo el que empieza a pasar. No hay mucha historia. Sigo entre 3’38” y 3’40”, estable y relativamente cómodo. De hecho incluso me veía con la posibilidad de atacar la marca. Pero seguí con pies de plomo.

Segundo "palmerazo"

En el K3 ya me quedo solo, he ido apoyándome en grupos para ir escalando posiciones, pero ya aquí sólo hay atletas sueltos. No sería hasta mediado el K6 o llegando al K7 donde hubo un cambio. Pasamos bajo las vías del tren, suelto piernas y brazos en la bajada y contemporizo muchísimo en la subida, no quiero cebarme. Pese a mis esfuerzos esa leve subida me sacó de ritmo, no volví a él.

Ya hasta meta tuve una lucha conmigo mismo bastante intensa. ¿Dejarme ir o seguir? Me costó, pero luché por lo segundo. Como decía el ritmo se resintió un poco, sobre 3’45”, hasta llegar a meta. Incluso el último mil, donde hice un amago de subir el ritmo, vi que no era posible y me fui a 3’48” ya tieso, sin cambio en la recta final. Finalmente 37’07”. Ya digo, no fue la carrera de mi vida, pero creo que poco más se podía sacar.

Meta, "no fuel"
 
Como anécdota decir que, ya dentro del parque, antes de llegar al K9, que estaba perfectamente marcado, había un arco hinchable. En esa recta, y sin venir a cuento, dos atletas se lanzaron en un sprint a muerte, como si no hubiese mañana. Pocos metros después ellos, yo, y todos los que por ahí estábamos, nos percatamos que los dos creían que era el arco de meta y que habían hecho un precioso sprint a 1K de meta. ¡Qué pena no poder reírme entonces! No había fuerzas, pero fue un puntazo.

Bueno, ya queda menos, próxima y última parada: Nocturna de Carmona. ¡A DISFRUTARLA!