Instantánea reflejo de meses de trabajo. |
Iros a por un Colacao con galletas, que esto no va a ser cortito.
PROLEGÓMENOS
Sonó el despertador, 6:40. Había dormido bien. Casualmente
la noche anterior dormí mucho peor y me acosté con sueño. Desayuno, media
tostada con aceite, un trozo de bizcocho casero (hecho por el menda lerenda) y
un batido a base de muesli, un plátano, 2 galletas integrales y leche. No me lo
bebí todo.
La mochila preparada desde el día anterior, me visto y tras bichear algo Internet y oír algo música
por los auriculares, pongo destino al Estadio Olímpico. En el coche más música,
Rock FM. Aparco con mucha fortuna, casi a las ocho en punto, a 200 metros del Túnel
Norte del Estadio Olímpico. Así que decido que ni guardarropas ni nada, todo en
el coche y la llave en el bolsillo de las calzonas.
Paseo, bien abrigado, por los aledaños, pero alejado de la
bulla. Veo a José María Coronilla, nos abrazamos y comentamos brevemente
nuestros objetivos. Los nervios van aflorando y no queremos estar mucho tiempo
con los pies quietos. El sigue con su trote y yo, tras caminar un poco más,
vuelvo al coche para cambiarme.
Ya llevaba la ropa de corto puesta desde casa, sólo faltaban
las medias de compresión, el pulsómetro (no llevé el dato en pantalla del
Garmin, pero me guardo la información para posteriores análisis), me pongo las
zapatillas de los domingos (K-Swiss
Kwicky, magníficas) y viendo que hacía fresco y no sabía si se iba a demorar la
salida o qué, me pongo también un buff mojonero
y unos manguitos para los brazos. Tenía en mente dejárselos a mi hermano o a
mis padres si después me sobraban. Además me pongo una camiseta de manga corta desechable.
Llega el momento de comenzar a mover la maquinaria, previo
paso por boxes para aligerar cargar. A un trote súper suave me voy acercando a
la zona salida, no habrá mucho más de un kilómetro. En este tramo me ajusté
hasta tres veces la zapatilla izquierda, y me recoloqué la media de ese mismo
pié. Además, puntualmente, paraba a hacer algunos ejercicios de movilidad,
especialmente de cadera. Al fin llego a los cajones.
LA SALIDA
La zona es un hervidero. Se habían vendido los 9.000
dorsales a finales de noviembre, pero imagino que allí habría bastante menos
gente. Mi dorsal es el 918, lo que me da acceso al cajón azul, es decir, para
los que vamos de 3h a 3h15m. Este cajón se me asignó ya que al apuntarme
presenté como marca las 3h05m del año pasado. Al obtener en la Media Maratón de Córdoba 1h20m,
pude acreditar esta circunstancia en la Feria del Corredor de la maratón y me pusieron
una pegatina verde y un sello encima del Ayuntamiento de Sevilla, por lo que
podría tener acceso al cajón de 2h45m-3h. Un problema menos que tener en la
cabeza. Salir con gente a tu alrededor de tu mismo ritmo lo veo algo
fundamental y una cuestión de seguridad para todos, y más con tantos atletas.
Voy avanzando por el lateral de las jaulas a trotecillo. Hay
mucha gente, muchos acompañantes. Finalmente llego a mi cajón. Primera
sorpresa, no hay nadie controlando el acceso. Creo que hay poco más que contar.
Aquello era un pitorreo absoluto. Además a los diez segundos de llegar, veo que
todo el pelotón avanza cual tsunami y me arrastra. La separación entre cajón y
cajón es una cinta de plástico. Cutre total. Ni control de acceso, ni
separación “real” entre cajones. Dude un instante si salirme del cajón y
avanzar por fuera hasta el siguiente. Pero quedaba poco tiempo y decidí
quedarme. Mucha tranquilidad, me
decía.
Suena Eye of the tiger,
y luego Highway to Hell (canción
seleccionada por encuesta entre los atletas para ser la última), tiro la
camiseta de manga corta. Cierro los ojos, trato de solo oírme a mí mismo, mi
respiración. Son sólo unos segundos, no puedo parar de pegar saltitos, por los
nervios, que trato de acompasar a las guitarras de AC·DC.
Al fin el tiro, al fin. Momento de soltar adrenalina, pero
de forma controlada. No tengo más remedio que empujar y dar algún que otro
codazo. Me llevo algún insulto, pero me tengo que morder la lengua, calma. Si te hubieses colocado donde te
corresponde nada hubiese pasado, pienso para mis adentros. Por fortuna no son
muchos los metros que pasas zigzagueado, sirven para soltar nervios. Vamos a
cumplir el primer kilómetro.
DEL KILÓMETRO 1
A 10
Dentro de los primeros mil metros alcanzo a José Manuel
Espinar, que pequeño es el mundo. Nos animamos, nos damos la mano, nos deseamos
suerte. Me alegro mucho de tu carrera, amigo. Seguimos. Tras un primer mil en
el que pierdo algunos segundos, pocos, sobre el ritmo buscado, 4’05”, trato de
pillar el crucero. Se produce un primer embudo y la cosa se complica un poco,
sigo pasando a muchísima gente y en un par de giros me encuentro algo atrapado.
Ronda Triana va atestada de atletas. Ya noto que hay mucha gente en la calle,
mucho ánimo, muchos aplausos y se oyen bocinazos
con mucho arte.
Pierdo poco tiempo. De golpe veo que me acerco a un globo,
¿qué globo? El de las 3h. Fue complicado superar al enorme pelotón que iba tras
él. Tras hacerlo ¡qué gran alivio!, al fin campo libre, sin toquecitos, roces,
ni nada.
Giramos para llegar a Virgen de Luján y tiene lugar un
momento emblemático. Veo un corro de atletas que parlotean de una forma muy
dicharachera, imposible no enterarse de qué hablan. Van en plan guardaespaldas
del Señor Abel Antón, sí, sí, Abel Antón. No tengo por más que ralentizar mi
ritmo por unos instantes, lo escaneo de arriba a bajo, sí, es él. Les comenta que va a ritmo de 3h hasta la media maratón,
y que luego ya verá. Iba delante del globo de las 3h. Tras grabar el momento en
mi mente, vuelvo a mi rollo.
Cruzamos el río y embocamos la Torre del Oro, Paseo de
Colón y la Avenida
de Torneo. Lo más reseñable de esta larga recta es que hay un ligero viento en
contra. Pero aún hay muchos atletas y es fácil resguardarse.
Con ganas de cachondeo |
Primer gran subidón , Barqueta. La animación es enorme. Es
el primer punto en el que familiares, amigos y acompañantes se pueden acercar
tras la salida. Es poco más del kilómetro 9. Banderas de multitud de países,
gritos, bocinas, aplausos. Es como en las cimas de El Tour, vas por un pasillo
estrecho rodeado de gente que solo tiene la intención de empujarte hacia
delante. Los vellos de punta.
Nos acercamos al kilómetro 10, momento de una evaluación. El
ritmo no es malo, pero sigo sin ir fino del todo, como si siguiese frío. Pero a
lo tonto ya me he comido un cuarto de la maratón, me digo. Y en breve llegarán
los refuerzos.
DEL K10 A LA MEDIA
MARATÓN
Abandonar la
Avenida de Torneo, es un pequeño alivio. No ya por el viento,
sino porque es larguísima y salvando el punto de Barqueta, es bastante
aburrida. Ahora sólo miro al kilómetro 13. Allí me esperan mis padres y mi
hermano, que me hará de escudero hasta meta en bici.
El año pasado es este punto me emocioné muchísimo, sin
embargo este año fue menos. ¿Por qué? Pues no lo sé, ni lo uno, ni lo otro.
Creo que pudo ser porque estaba deseando ver a mi hermano. En 2013 no estuvo ni
un kilómetro conmigo, pinchó la bici. ¡Ya es mala pata! Pero este año no, y
menos mal.
Nada más encontrarnos me da palique, eso es bueno. Le hablo
poco, pero me reconforta que vaya ahí. Ya no me tendré que preocupar de los
puntos de avituallamiento, aunque los seguiré usando, y él lleva los geles.
Tres en total, dos de Decathlon, que los había usado y testado en las tiradas y
otro que regalaron en la Media Maratón
de Huelva. Este último lo llevaba en caso de emergencia.
Foto tomada por mi hermano antes de la primera pedalada |
Las sensaciones mejoran, por esta zona da más el sol y va
subiendo la temperatura. Sigo muy entero, incluso tengo que frenar un poco de
vez en cuando. Llega el kilómetro 15 e ingiero el primer gel.
Al poco se me acerca un tío, un desconocido. Yo iba pensando
en dónde tirar el botecito del gel, al suelo no, y mi hermano se había quedado
algo atrás, ya que había un control y un nuevo embudo de gente animando. Me
cogió de improviso esta inesperada visita. Se me pone a correr al lado un tipo
en chandal, creo recordar, y que me llama por mi nombre. Al fin le reconozco,
es Jaime Gallego. Conozco a este zagal del Foro de El Atleta desde hace varios
años y nunca nos habíamos visto. ¡Qué grande! Lo abrazo en marcha, compartimos
unas palabras, me acompañó 200
metros. ¡Y cómo
están las cabezas! Le digo si me puede hacer un favor ecológico-solidario,
me dice que por supuesto, y le digo que si me puede tirar el bote de gel a una
papelera. Juas, qué ridículo, ¿no?. En cualquier caso me alegro un montón de
este fugaz encuentro. Ojalá podamos encontrarnos otra vez y así hablar más
tranquilamente. Pero esos 200m no los olvido, amigo.
Las piernas empiezan a fluir, a pedir caña. Además llevo un
rato acompañado de dos atletas de Almansa, que me dan conversación. Sigo
pensando que es pronto. Ya llevo el ritmo crucero, pero las piernas quieren
más. Subimos por Luis Montoto, me saluda Marcos A. Macarro, ya tenemos la misma marca en Maratón, ¿no?
y las piernas van chisposas. Quizás el gel sea el que provoque esta sensación,
pienso ahora.
Llegamos a Kansas City, a la avenida guasones. No sé por
qué, pero ésta, al igual que la
Avenida de la
Palamera, se me atragantan siempre. Me centro en que estamos
cerca de la media maratón. Allí veo yo, más que verme él a mí, a Rubén Romero,
gracias por tus ánimos, ya mismo estás corriendo una de éstas. Paso la MM en 1h26m. Hago la
multiplicación rápida y sonrío.
DE LA MEDIA MARATÓN
AL K30
Tras pasar el ecuador le quito los topes a las piernas, y se
me van solas. Es como si me hubiese quitado una mochila física y mental de
encima. Había sido muy cauteloso hasta el momento y me sentía confiado de que
era el momento.
Una prueba de ello, de mi autoconfianza, es que poco después
de este punto alcanzo a un grupo al que voy superando poco a poco. Me tocan el
codo, es un conocido de las carreras, solemos terminar cerca. Me comenta que no
tire, que me acople, que van a 2h57m. Tras un segundo de mi boca sale la
siguiente frase: hoy quiero un poquito
más. Nos deseamos suerte, le digo
que si me vuelve a ver que me remate, y sigo mi marcha.
Empiezo a hacer parciales a cuatro pelaos e incluso por
debajo. Voy pletórico, no paro de preguntarme si me estoy pasando. Pero las
piernas mandan, salvo en determinados puntos en los que veo que se me va mucho
la pinza, un kilómetro a 3’54”, y debo frenar sí o sí. Vuelvo a ver fugazmente
a Jaime Gallego. Ya le veo sin sudadera, está de asistente ayudando a más
compañeros, seguro. Me anima.
Ahora viene un mini test para ver cómo van las piernas, la Avenida Ciudad Jardín dirección
Gran Plaza. No es nada dura, pero pica ligeramente hacia arriba. Subo sin
problemas, no me resiento para nada. Y encima hay una banda de punk a media
avenida animando al personal. Esto es un espaldarazo tremendo. Y sigo con unos
parciales buenísimo.
Voy sólo, como en toda la carrera. El hecho de salir en mi cajón creí que me iba a dar la
oportunidad de encontrar un buen grupo, pero como la cosa fue como fue, no paro
de pasar a gente todo el rato, amén de que voy en ligera progresión.
En un pispas estoy recorriendo Manuel Siurot. Creo que son
los mejores kilómetros. Estoy casi en el 30 y se me ha pasado esto volando. Lo
que me saca de este estado de éxtasis es que empiezo a notar cierta ofuscación.
La zancada, el ritmo, parece igual, pero las sensaciones no. ¡Camarero!, un gel por favor. El segundo
al buche.
DEL K30 AL K35
Me empieza a fallar algo lo psicológico. El pequeño bajón en
las sensaciones coincide con la llegada a la Avenida de la Palmera. Pero me salva el hecho
de que sigo pasando a gente. Llego a un grupo y pienso en descansar un rato y
evaluar. Pero sin darme cuenta ya voy en cabeza del mismo. Se me pega uno, pero
rápidamente le dicen –déjale, déjale que
va muy rápido.
¡Qué larga es la
Palmera joé! Entramos en el Parque María Luisa y parece que
se me encienden otra vez todas las luces y todo vuelve a rular perfectamente.
¿Estaría funcionando también el gel? Hay un circuito interno con varias curvas enlazadas
que voy trazando cual formula 1, de vértice a vértice. Me divierto. Ya se
empiezan a ver cadáveres, caras desencajadas y comentarios incoherentes. Yo sigo
bien, incluso me volvió la chispa.
Llegamos a la
Plaza de España, aquí el año pasado El Tío del Mazo me
endiñó, y sin embargo esta vez estaba bien. Además iba buscando al amigo José
Luis Olivares, que debía andar cerca. Lo encuentro en la salida del parque y
encima acompañado de Ángel Prieto, ¡vaya dos! Me animaron muchísimo, además con
guasa: ¡pero si va sin respirar!..., ¡ese
tío va dopao! ¡Qué cabrones! La verdad es que iba súper pila, como diría el
maestro Ángel Nieto. Lo veía hecho y la moral resurgió.
Sin noticias del Tío del Mazo |
Llegamos a la zona centro de la ciudad. Aquí me hermano va a
desaparecer. Era algo que ya habíamos comentado. Seguramente estaría muy
restringido el acceso y teníamos hablado que se dirigiese directamente a
Barqueta, si finalmente no le dejaban pasar. Cuando recorríamos la
Calle San Fernando me dijo que si quería
algo, por si le paraban, y le dije que no. ¿Fue un error?
DEL K35 A META
Vuelvo a usar una frase hecha: el mundo es un pañuelo. En la
propia Calle San Fernando veo delante a un atleta al que reconozco rápidamente.
Es, curiosamente, el mismo atleta con el que me hice buena parte de la maratón
del año pasado. Va acompañado de un compi de club y en Puerta Jerez ya estoy
con ellos.
Aquí tengo un pequeño rifirrafe con otro atleta en la curva
con la que encaramos la
Avenida de la
Constitución. Se queja de que le estoy
empujando hacia los raíles del Metrocentro y yo que me empuja hacia el público.
En fin, no hubo mucho más. Un par de palmadita y pa’lante.
Pasamos junto a la Catedral, kilómetro 35, punto de avituallamiento.
Aquí de nuevo la cosa se empieza a torcer, y ya no se recuperará. Sigo a buen
ritmo, pero el declive está cerca. Continuó con este atleta un poco más, no
mucho. Por calle Tetúan me descuelgo ligeramente y me doy cuenta de que los que
iban con él también han desaparecido.
Estaba con en esa sensación de que te vas a pegar una ostia,
en esas milésimas de segundo en la que flotas antes de caer. Hasta el kilómetro
37, paso El Duque, Trajano y recorro la Alameda, mantengo el ritmo, no sé ni como. Pero
llego a Calatrava y ya empiezan a caer los segundos y las rodillas a no querer
subir del sótano. Miguel (Carpe), que me acordé de ti en esos 50 metros antes de salir
otra vez a Barqueta.
Sigue habiendo mucha animación en este punto, aunque menos
ya que algunos estarán ya en el estadio esperando a los suyos. Yo por mi parte
recobro la compañía de mi hermano, que me espera en el puente. Supongo que
fliparía al ver como me había cambiando el semblante. Le hago el gesto con el
pulgar hacia abajo e inmediatamente le pido el gel. Su eficiencia será nula y
además casi me ahogo al tragarlo. Era extremadamente pastoso y se me quedó en
la garganta de mala manera.
Me sorprendía el ritmo, me movía entre 4’20” y 4’30”, digamos
que no perdía mucho, pero tenía la sensación de ir a 6’. Los kilómetros se me hacían
eternos. Llegamos al Parque del Alamillo y Javigan me anima (¡Puta mierda!, ¿Otra vez,
tío? Mucho ánimo).
Por fortuna mi hermano no para de hablarme, de animarme. Esto
no tiene precio amigos. Incluso me dijo que si quería amarraba la bici y se
ponía a correr a mi lado. Le digo que no. Tengo la tranquilidad de que bajo de
tres horas, mi objetivo fundamental, y eso hace que la agonía sea sobretodo
física, mentalmente tener ese colchón ayuda mucho. Pero me niego a abandonarme.
¿Volvería a tener una oportunidad igual?
Aprieto los dientes, no tengo chispa alguna, cuadriceps
vacíos. Pero sigo en ritmos decentes. K40, último punto de avituallamiento,
cojo el tercer vaso de agua, los otros dos se me caen, y me lo arrojo en la
cara y la nuca. Se me empapa el buff y se lo doy a mi hermano.
Paso atletas, otros me pasan. K41, ¡está hecho, está hecho! –berrea mi hermano. Escucho que viene un
grupo gritando, enfurecidos. Van 3 o 4 atletas de un mismo club, más algún
agregado. Me pasan fácil y trato de engancharme, un kilómetro sólo- me digo. Pero no puedo, intento seguirles
aunque sea con la mirada, pero se suben por la cara a la acera y pegan un
recorte de órdago. ¡Qué manera de estropearlo,
colega! –pienso. Yo sigo por el asfalto, como no puede ser de otra forma.
Mi hermano se despide de mí, le digo que me espere en el Túnel Norte. Pedazo de
abrazo que le di al salir.
Emboco la última recta antes del Túnel Sur, miro la esquina donde el año pasado tuve que parar a estirar. Bajo la rampa dejándome ir, no tengo intención de tirar, sprintar ni nada, con mantener es suficiente. Eso sí, la primera zancada en el tartán te impulsa y cojo por inercia la calle uno, nadie me la va a quitar. Se escucha un murmullo en el estadio, la emoción brota por todos los poros. Miro arriba, por contrameta, y veo el videomarcador, va por 2h52m. Me digo a ver si no paso de 2h53, me quedan 200 metros.
100
metros, la meta al fondo. Relax absoluto, recorro la
recta haciendo el avioncito, me da igual que me caigan dos o tres segundo más. 2:53:50
en el marcador, 2:53:18 tiempo real ¡Al fin la recompensa!
POSCARRERA
Cruzo la meta y deambulo un rato, sin mucho sentido,
buscando algo con lo que abrigarme, y pidiendo algo de beber. El primero que
“me encuentra” es el atleta con el que la fortuna me ha hecho coincidir en las
dos últimas maratones. Se preocupa por mí, me ve blanquito, blanquito, pero
estoy bien. Gracias Mani, gran detalle el tuyo.
Veo a más amigos, entre ellos a Nacho Filoso, que no anda
contento. Me hago una foto con él. Sin mucho más me voy al gélido túnel para
ver que puedo cazar. Algún dátil, isotónico, agua, Nestea… ¡ya lo podían dar
todo en una bolsa! ¡Que estamos tiesos y sólo tenemos dos manos! Mi objetivo
número uno es llegar hasta el coche para abrigarme y ver a mi hermano. El paseíto
fue costoso, doloroso. Las piernas van como palos y algún gesto raro me hace
casi acalambrarme.
Al fin la luz al final del túnel, chiste fácil, y mi hermano
me espera. Abrazaco que le doy. Sin duda sin él no habría sido igual. ¡Gracias
David! Un poco de cháchara mientras me abrigo, me hidrato, chasco algo y estiro
lo que puedo. Nos despedimos. Me monto en el coche, no sin dificultades. Me
siento y me invade una sensación de absoluta satisfacción y tranquilidad.
Dorsal dedicado y regalado a mi hermano. ¡Grande! |
EPÍLOGO
Bueno, llega el momento de hablar de reproches, sensaciones,
futuro y todas esas cosas que te van surgiendo en las horas y días posteriores
a la prueba.
Reproches tengo pocos. Creo que hice lo correcto con la
estrategia de carrera. Salir con calma, buscar el ritmo crucero, el entrenado,
con tranquilidad y tirar hasta el final. Quizás fui demasiado osado en
determinados puntos, especialmente de la media maratón al kilómetro treinta,
pero iba “rey”. Tampoco creo que esos mini alardes supusiesen un peaje excesivo,
¿quién sabe?. Obviamente es idílico terminar fuerte y llegar al estadio tirando
y haciendo el kilómetro más rápido. Pero esto es harto complicado. No me pongo
penitencia.
Algo que sí cambiaría sería sin duda el tema de los geles.
Debí llevar alguno más de “los míos” para tomarlo en el 35. Pero esto son meras
conjeturas. De todo se aprende y nada es perfecto. Cuando me vino el bajón fue
porque tocaba, no le doy mucha más vueltas, aunque sí creo que un acelerante
fue el hecho de pasar por toda la zona peatonal del casco antiguo. Ese acerado
y adoquinado, aunque sea nuevo, a estas alturas hace daño. Es el precio que hay
que pagar por pasar por esa zona tan bonita, y se asume con gusto.
Tengo la sensación global de que la carrera ha sido cuasi
perfecta. ¿Podría haber obtenido algo más de esta carrera? Es posible, pero
creo que poco más, muy poco, a lo sumo un minuto quizás. Un minuto es mucho o
poco, según se mire. Pero dado como afrontaba la prueba (leer mi entrada
anterior), mi satisfacción con esta marca es plena.
Ahora tocará evaluar si hay que volver a enfrentarse a la Maratón para seguir
rascando. A día de hoy, como he comentado, estoy lleno, satisfecho con lo que
hice. Y dado que la maratón no es una prueba que me embruje, dar carpetazo aquí
no me dejaría mal sabor de boca. Es más que plausible decir que existe
capacidad de mejora, como todos la tenemos, pero para hacerlo hay que seguir en
un gran estado de forma, incluso mejorarlo, con mayores sacrificios y
esfuerzos.
Esto, a día de hoy, no creo que esté disposición de
decidirlo, y menos para hacerlo de forma definitiva. Pero creo que será clave
ver como inicio la siguiente temporada, colmar mis expectativas en media
maratón, que siempre me motivan más, y en noviembre evaluar. Evaluar si la
vuelves a correr y con qué intención. Evaluar si correrla completa a tope,
darte el gustazo de volver a bajar de 3h, correrla más relajado por
disfrutarla, ayudar a un amigo (esto da una satisfacción tremenda), o
directamente pasar. Y ya no hablo de Sevilla, sino de ir a otros sitios a
probar, me encantaría, aunque en este caso el tema económico es un gran freno a
día de hoy.
Ahora, en los siguientes meses, tocará aprovechar el buen
estado de forma para acometer retos de menor distancia. Las pruebas del IMD y
otras populares serán el entretenimiento de aquí al verano.
Bueno, seguro que se me queda algún detalle en el tintero,
aunque no lo creáis, y tengo la certeza de que mañana o pasado, alguna idea me vendrá a la cabeza.
Pero creo que ya van bastantes líneas escritas, si bien la ocasión lo merece.