Se da el tiro y salgo descosío, a saco, como jamás creo que haya
salido. Doy codazos, empujo, me meto entre los atletas sin miramientos.
No quiero perder mucho en el primer kilómetro. Se aproxima la primera
curva y tiro por el exterior, está despejado y vuelvo a apretar, pasando
a mucha gente, o la que puedo. Nuevo giro a la izquierda y vuelvo al
exterior para repetir táctica. Miro al frente y se ve el ligero repecho
con una marea de gente subiendo. Por el rabillo del ojo derecho veo al
público que aplaude y sin pensarlo un instante salto a la acera y voy
por detrás del público. No corto un metro, es más creo que hago alguno
extra. Pero la pérdida se ve ampliamente compensada por el número de
atletas que logro sobrepasar. Así estuve unos cien metros antes de
volver al redil.
Se gira a la derecha y por fin se pasa a
una avenida amplia en la que se puede “correr”. Pero volvamos un poco
atrás o qué os creíais.
Estoy en la salida, pasando frío,
con una manguita corta que desecharé segundos antes de la salida para
quedarme en tirantas. Metido ahí desde quince minutos antes de la
salida, en el cajón general. Sí, porque este año por lo visto había dos
cajones preferentes, para los sub1h17m y los sub1h25m. En ese cajón
podría, debería estar yo, en el segundo, pero decidí apuntarme con el CA
Los Jartibles, para evitar tener que recoger el dorsal el sábado,
gracias por la gestión amigos Jartibles, y ni miré reglamento ni nada.
Craso error por mi parte. Así que para cuando me enteré de esta
circunstancia ya era tarde para acreditar marca y solicitar un dorsal
para ese cajón. Aunque lo intenté infructuosamente.
Herramientas de trabajo. |
Así
que estaba yo allí metido en el cajón, tratando de templar nervios,
porque el cuerpo ya estaba frío, con las conversaciones que oía a mi
alrededor, que me iban enervando más y más. “Este año a ver si bajo de
1h30m”, escuchaba a mi lado. Por delante, “con 1h59m seré el tío más
contento del mundo”. ¡Vaya! Que mi irritación no iba por los atletas en
sí ni sus objetivos, el mayor de mis respetos para ellos, sino por el
hecho de que sabía que los tendría que pasar a todos y cuanto antes.
Además para terminar de rizar el rizo a la organización se le pasó el
hecho de instalar un arco de salida. ¡Manda huevos! Sí, algo tan simple
como eso. Quizás las primeras cinco filas sí vean la línea de salida
pintadita en el suelo, pero los miles de atletas que estábamos detrás
no. Así que mis primeros pasos fueron sin poner el crono en marcha.
¿Pero
dónde hacerlo? Entonces mirando de reojo al suelo, y aún a trote, vi
como unos badenes de plástico azul e imaginé que eran los lectores de
chips. Entonces apareció la frase: “Mente fría, ¿qué somos leones o
huevones?”. La respuesta fue “¡Leones, leones!”. Y tiré como un bestia a
lo Williams Wallace espada en ristre, como ya comenté más arriba
“Mente
fría, ¿qué somos leones o huevones?”, me pregunté mil metros después.
Pues ahora tocaba ser huevón. Pasado ese primer escollo, para mí
importantísimo, ahora tocaba serenar piernas, corazón y cabeza. Sería un
poco pretencioso, prepotente tal vez, decir que de aquí al K12 no hay
absolutamente nada más que contar, pero la verdad es que aquello parecía
un entreno. Iba un pelo más rápido de 3’50”/km, como en mis sesiones de
controlados, aunque sabía que el gps me estaba regalando 2-3 segundos
con respecto a los puntos kilométricos marcados por la organización, lo
tenía en mente.
El año pasado, sobre el K8, en el parque
de bomberos, los recordaba a todos ellos aplaudiendo, dando ánimos
diciendo algo así como que no quedaba más que la mitad. Y por aquel
entonces yo ya iba sufriendo como un perro, tirando la toalla pocos
kilómetros después dejándome ir. Sin embargo este año era diferente. Tan
diferente que los bomberos no estaban en la puerta, bueno miento había
uno, que hablaba con una policía local indicándole que tenían que salir
sí o sí. Como un minuto después me pasó primero una patrulla y luego el
camión con toda la parafernalia acústica a tope. Las sensaciones eran
completamente distintas a las de 2012. Ya digo iba fácil y mentiría si
no dijese que me pasó por la mente la opción de tirar, de ir un pelo más
rápido. Pero sabía lo que quedaba, esa zona tan puñetera del barrio de
El Brillante, que sin ser una super rampa, sí que te podía llevar al
traste la carrera.
Antes de esto, en el K10, tuvo lugar
un gran momento. Hasta entonces yo iba de manera continuada adelantando a
gente y a más gente, a mi rollo, en solitario. No encontré ningún grupo
al que acoplarme. Sencillamente llegaba y pasaba, aunque siendo sincero
tampoco encontré realmente ningún grupo organizado ni nada por el
estilo. El caso es que a esa altura, poco después de hacer el giro de 180º
bajo la calzada con su posterior subidita, junto a mi va un atleta.
Compartimos como 200m juntos y él rompe el hielo. ¿Qué ritmo llevas? Un
pelo por debajo de 3’50”. Vale. Y siguió ahí, así que supongo que le iba
bien. Desde ese punto hasta el inicio de la zona durilla, K12
aproximadamente, estuvimos parloteando, se podría decir que incluso
animadamente. Lo que me subió más el ánimo si cabe. Ya había pasado el
ecuador de la prueba, las piernas iban como si nada, hablaba
fluidamente. ¿Qué más se podía pedir? Pues sí había más.
Comenzamos
la zona de leve subida y las piernas me dan ese puntillo más para
marcar el mismo ritmo que en llano y sin quejarse, incluso insto a la
gente a que nos aplauda, esto siempre funciona y la gente nos anima,
grita y aplaude. Voy con un subidón tremendo. Me acerco además a chocar
la mano de un par de pequeños, me acuerdo de Samuel. Pero aún nos queda
lo peor, la subida de poco más de 1K que nos lleva casi al K15. Se hace
dura, larga, pero el ritmo va sobre 3’55”, inmejorable. Antonio, que así
se llama el chico, va como medio cuerpo detrás de mí. Sufre un pelo. Le
animo, le doy palique incluso, maldiciendo a la cuesta y comentando que
no la recordaba tan larga.
Llegamos al giro que nos hace
ahora descender y el colega toma el relevo de forma inmediata, se
lanza. Debo reconocer que me sorprende, pero se ve el K15, con el punto
de avituallamiento y repaso el plan que traía bien aprendidito de casa.
¿Ahora que toca?, veamos: echar el resto hasta meta. Pues nada, me voy
tras Antonio. Malbebo (¿me acabo de inventar este verbo?) un poco de
agua y allá que nos lanzamos en un frenético descenso. Veo en el Garmin
que vamos a 3’34”…esto me hace dudar pero es ahora el momento. Este
guarismo venía producido por el desnivel, ahora favorable, y por el
cambio de ritmo, pero el caso es que al llegar a una zona llama el ritmo
seguía siendo inferior a 3’40” y lo mejor es que las piernas tenía
ganas de jarana.
Al poco veo una cara, bueno una espalda,
conocida a lo lejos. Es Nacho García-Filoso, que quería buscar el ritmo
de 3’50”, según me comentó al inicio. Lo alcanzamos con cierta
facilidad. Nos saludamos, le animo a unirse a nosotros. Creo que lo hace
durante un rato, pero luego veo que ha cedido. Seguimos fuertes, codo
con codo. El ritmo no se resiente, aunque seamos honesto vamos picando
un pelo para abajo. Sin embargo llega un puente sobre las vías del tren,
no es duro pero Antonio cede un par de metros. Me doy cuenta y
en la bajada contemporizo un poco para esperarle. Me alcanza, me da un
toque en la espalda y me dice con la mirada que tire.
Pasan
unos segundos de duda, en los que me hago como un autochequeo. Sería el
K18, la respuesta del cuerpo: pa’lo que nos quea en el convento cágate
dentro. Así que sigo tirando, ya son pocos atletas los que se ven, todos
en hilera. Pero continuo adelantando, las piernas tienen el control. Ya
comienzo a sufrir bastante pero no queda nada, me digo. Voy en un raro
estado de éxtasis y sufrimiento (lo siento, los no deportistas no
entenderán esto).
K18 ligera subida sobre las vías del tren. |
K20, último puesto de avituallamiento.
Paso de coger agua, pero cuerpo y mente van ya por separados y
descoordinados. No quiero coger agua, pero a la altura del último
voluntario mi brazo, de manera independiente y unilateral, se alarga y
caza una botella. ¿¡Qué cojones!?. Bueno, la abro, le doy un micro
sorbo, y la dejo caer, ni la tiro. Giramos a la derecha y embocamos la
avenida que comentaba al inicio del relato donde se podía "correr" bien,
el viento se vuelve a hacer sentir. Sí, el viento también fue
protagonista hoy, pero no le quiero dar mucho bombo, que ya
bastante ha tenido en este blog. Estuvo rondando toda la carrera, pero
hoy su mayor particularidad fue su carácter gélido más que su fuerza.
Pero en el K20 un pedo del de delante ya te puede parecer un huracán.
Son unos 400-500 metros duros, me arropo tras un atleta, lo paso, me
vuelvo a cobijar tras otro, lo paso… Afortunadamente se gira, unos
edificios nos dan abrigo amén de haber un ligero descenso. Aquí ya la
fatiga es extrema, ojos achinados, zancada ramplona, boca resoplando
como Popeye, pero hay que morir que estamos en los aledaños de la meta.
En meta a lo Raphael. |
Justo
antes de entrar en el estadio escucho por megafonía “…cuando se va a
cumplir la hora veinte de carrera…” Para algunos esto pudo ser un gran
mazazo, para mí sin embargo fue motivo de júbilo. Estaba a 200m de meta y
se cumplía 1h20m, sabía que lo tenía en las piernas, pero habían sido
tantas las competiciones con fracaso…Me hice los últimos 100m con los
brazos levantados, celebrando… ¡Qué pasote amigos!
¿Qué
decir? MMP en 10 mil hace poco más de un mes, ahora en media maratón, y
con la sensación, en ambos casos, de que hay margen de mejora. Pero
ahora toca Maratón. Esto es un no parar, y eso es un reto con
mayúsculas, que ahora afronto con una moral tremenda y con unas ganas
aún mayores. Estoy deseando coger el plan y empezarlo, no digo más.
EPÍLOGO
Tenía
ya terminada la crónica, pero han pasado unos días en los que suelo
buscar fotos y esta vez, además, me han surgido nuevas ideas. Y versan
sobre esos diecinueve segundos que pasaron de la hora y veinte minutos.
¡Qué
inconformistas somos! Tras una marca tremenda y con unos seis kilómetros
finales de ensueño, uno sin embargo tiene un resquemor en la cabeza que le
da vueltas a cómo podría haber limado esos segundos. Tengo claro que
la mitad de ellos habrían desaparecido fácilmente de haber salido en uno
de los cajones prioritarios. Por otro lado pienso que quizás fui en
exceso conservador en los dos primeros tercios de la prueba. Pero
amigos, lo vivido del K15 a meta es algo que no lo voy a olvidar en la
vida y lo voy a saborear durante mucho tiempo, y de haber tirado antes quizás no lo hubiese disfrutado. Así que me quiten lo
bailao que ya habrá tiempo para pensar en rebajar marca.