Esta era una carrera que esperaba con mucha ilusión y ganas desde hacía tiempo. El hecho de correr por campo, fuera del asfalto, era algo novedoso y que siempre se agradece, pero además estaba la posibilidad de hacer una buena clasificación dado que en ese fin de semana había numerosas pruebas en la provincia, con mucha más promoción y experiencia (Almensilla, Carrión de los Céspedes, El Coronil, Divina Pastora), y que el III Cross Popular de Esquivel es “joven y familiar” y con escasos recursos para darse a conocer. Mentiría si no dijese que había soñado con la posibilidad de hacer un podio aquí, no fruto de una buena marca, sino más bien de la escasa participación y obviamente una buena carrera.
Esta posibilidad se me fue pronto de la mente, nada más llegar a Esquivel, pedanía del municipio de Alcalá del Río, veo la carpa de “Los Lentos de Torreblanca”, que son legión, y mientras voy aparcando ya voy identificando galgos de pura raza a los que batir es imposible para mí. Deshecho la idea de ir a degüello y me centro en hacer una buena prueba y a disfrutar del ambiente y el entorno.
Tras un calentamiento en el que casi le doy dos vueltas a la pedanía me coloco en la salida, donde todos charlaban amigablemente y había corrillos, qué diferencia con otras pruebas. No hay tiro, sino que se lanza un cohete, que cuando hace pop ya no hay stop (festival del humor).
Los primeros 500 metros, aproximadamente transcurren sobre asfalto. Aquí vivo momentos de confusión y duda. La cabeza está ahí, a menos de 10 metros, siendo su mayoría “Lentos de Torreblanca”, parece un entreno de calidad para ellos y que tenían ya medio decidido el reparto de trofeos, esa sensación daba. Dudo entre unirme a ellos o ser cauto. Trato de alcanzarlos, supero a varios atletas, entre ellos un trío del C.A. Esquivel.
Salimos del pueblo, ya todo será carril de tierra y vuelvo a dudar. Paso el primer kilómetro por debajo de 3’50”, claro que habíamos bajado una cuesta, pero esto me hace desistir, iría por encima de mis posibilidades. Si me voy con ellos terminaré reventando.
La marea roja de "Los Lentos de Torreblanca" lo inunda todo.
Ahora ya estamos en pleno campo, alrededor algunos cultivos y a lo lejos, se dibuja Burguillos. Me he quedado en tierra de nadie, me acompaña un chico que me pregunta a cuánto vamos, se lo comento y decide bajar el pistón. Soy un espectador de lujo de la carrera, veo el grupo de cabeza del que se van cayendo algunos atletas, aunque al final sólo pasé a uno. Estoy sólo y así continué hasta pasado el ecuador de la carrera.
Antes me pasa un atleta veterano sin un brazo, con dos huevos. Además voy sintiendo las zancadas de un grupo detrás, pero que no terminan de cogerme, son el trío de locales. En el punto intermedio hay un puesto de avituallamiento, donde bebo poco, usando buena parte del agua para echármela sobre la cabeza, ya se notaba el calor.
Vista atrás y el grupo a menos de 20 metros, me dejo querer un poquito y me alcanzan. Me arropo, van a buen ritmo. Vamos llegando al K7 y vuelvo a ver a la cabeza cerca, ¿por qué? Pues porque había una cuesta del copón. La subo regulando al máximo, nos ponemos en fila india, lo paso mal, como todos, arriba nos reagrupamos y empezamos a bajar. Ellos se reorganizan bien y siguen, yo dudo y desconecto. Probablemente podría haber seguido con ellos, pero no lo hice.
Quedaban poco más de 2 kilómetros en los que decidí sufrir lo justo y necesario, eso sí, sin abandonarme totalmente. Además ya iba pensando en el mini-show de meta. El día anterior había comprado un chupete, que llevaba durante la carrera en el brazalete, con la intención de ponérmelo en la boca mientras cruzaba la meta.
Llegamos a Esquivel, y justo subiendo la última cuesta me caza otro atleta, Leonardo, veo que subo a su ritmo, o sea o va mal o yo aún tengo chispa, entonces me acuerdo del chupe y en plena cuesta me pongo a pelearme con el brazalete para sacarlo. Lo consigo y ya lo llevo en la mano. Hay un pequeño callejeo, voy a la zaga, hasta que llegamos a la recta final, veo que aprieta, le sigo, pero me pongo el chupe en la boca y me evado: veo que la gente se ríe, me aplaude, me señala, en fin disfrutando el momento, una pena no tener ninguna foto de ello.
Cuesta final, ya llevaba el chupete en la mano, lo que me costó sacarlo.
Al final 10.590m, según mi FR60, a una media de 4’01”, que dado lo ondulado del terreno, y que era mi primera experiencia no asfáltica estaba contento.
Troté un poco más, estiré. Raro en mí, decidí quedarme a ver la entrega de trofeos. Aquí vino la gran decepción. Primero suben los seniors, y mi sorpresa viene al ver al segundo, uno de los que se quedó del grupo principal y que obviamente no alcancé, y el tercero es un de los integrantes del grupo con el que compartí unos kilómetros. No doy crédito. Ahora el podio veterano me saca de dudas. Son veteranos dos de los que yo creía que eran seniors, joder con las cremitas antiarrugas, si parecen churumbeles.
Me doy cuenta que si hubiese luchado para irme con el grupo, cosa que sí opino que podía haber conseguido, quizás podría haber luchado por el podio. Claro que todo son hipótesis y a posteriori son fáciles de formular e imposibles de comprobar, y que te dejan con un regusto amargo y de decepción.
Así fue como me fui de Esquivel, con la sensación de haber perdido una oportunidad, de no haber luchado hasta el final. Afortunadamente con el paso de las horas el enfado y la frustración se fueron pasando y me quedó con mi debut en una prueba no asfáltica, y con el “efecto-chupe”. Posición, 13º de la general, 7º senior masculino.
Ahora unos días de reflexión en busca de alguna nueva carrera “apetecible”.