Sí, a esto se ha visto abocado el blog, al igual que todo el año o curso académico. Los estudios han prevalecido sobre el atletismo, no podía ser de otra manera. La mayor parte del año he entrenado tres o cuatro días por semana, de manera desordenada y reubicando entrenamientos quizás de una forma poco acertada. Sólo hubo tres semanas en Navidad donde sí pude pasar a entrenar cinco días, saliendo a deshoras con el objeto de competir en mi querida Media Maratón de Ayamonte. Sin embargo ese sobresfuerzo me salió rana. Bueno que me anticipo.
Lo primero es lo primero, los libros. Con un inicio con dudas, venciendo prejuicios y miedos, autoimpuestos algunos de ellos, finalmente los estudios salieron bien, muy bien diría yo. A lo largo del curso me he ido sintiendo más a gusto, cogiendo el ritmo poco a poco, cosa que temía mucho, y terminando fuerte cual rodaje progresivo. Contentísimo en este aspecto. De hecho estoy deseando que comience el segundo año, donde vendrán las prácticas en empresa y con ellas el objetivo y fin fundamental: encontrar trabajo. Esperemos que este reciclaje absoluto al que me estoy sometiendo tenga sus frutos.
En el aspecto deportivo, y en base a las premisas del primer párrafo, pues he tenido mejores y peores momentos de enero a esta parte. Curiosamente donde he puesto más énfasis o presión por buscar marca, a sabiendas que este año no era para mejorar registros, es donde peor lo he pasado o donde la frustración se ha erigido en protagonista.
Por un lado la ya mencionada Media Maratón de Ayamonte. Ahí puse mucho empeño, entrenando de noche para poder cumplir a rajatabla con el plan. Pero de noche, noche, vamos a medianoche. Incluso la noche del día de reyes, el día 5 de enero, tuve la osadía de correr ante la mirada incrédula de muchos padres cargados de juguetes con sus hijos ya dormidos.
Ahora pienso que fue una locura innecesaria. Innecesaria porque a los pocos kilómetros de comenzar la media las piernas ya me decía que no iba a ser el día, innecesaria porque en ningún momento cogí el ritmo entrenado y si lo intentaba me iba fuera de punto, innecesaria porque debido a las fuertes lluvias del día anterior el viario había sido recortado al encontrarse un sector del recorrido anegado y la marca no iba a ser representativa, e innecesaria porque en el K12 decidí desconectar de todo y del todo.
Otro chasco fue la Carrera Popular Distrito Sur o Parque Mª Luisa o como la llamen ahora. Un diezmil homologado para ir rápido. Los entrenamientos me decía que podía ir "tranquilamente" a 3'45". Mi idea ir a ese ritmo y ver si al final se podía rascar algo más o mantener. Nada de nada, a media carrera y como el que no quiere la cosa, los cuadriceps se me empiezan a cargar, a pesar y sé que esto es el comienzo del fin. Esa sensación la he tenido antes, conocía el final de la película, la he visto muchas veces. ¿Mucho calor? Puede ser, pero vamos que en 5K estés así toca mucho los...la moral.
Pero no todo fue así. Hubo momentos buenos también. La carrera local de Esquivel la disfruté mucho. La supe sufrir, tirando de oficio, de la experiencia previa en la prueba y de conocerse mucho a uno mismo. De esto es de lo que estoy más satisfecho, más allá de que además obtuve el trofeo al mejor local. Valga como comparación que el año pasado hice esta prueba 1 minuto más rápido. En esta edición salí delante con el objetivo de controlar a los posibles locales, una vez vi el percal me limité a buscar sensaciones, bajando el ritmo ostensiblemente. Supe nadar y guardar la ropa hasta superar "el cuestón" del K7 y no cebarme antes y echar el resto en el "milqui" final. Llegué exhausto, sin un gramo de fuerza, lo di todo... y si encima al llegar, con la boca abierta al máximo y las manos sobre las rodillas te dicen que eres el primer local, la alegría se multiplica. Como colofón Samuel corrió en su categoría, disfrutando del juego, y pasamos una buena velada en familia gracias al Club Atletismo Esquivel.
El otro punto alegre de esta segunda mitad de la temporada vino en Carmona. Se ha convertido en un fijo en mi calendario año tras año. Me gustar terminar ahí la temporada. Desde el punto de vista visual me parece la carrera urbana más bonita que he corrido. Además me encanta que en el cuarto final de la prueba, si has guardado un poco, se pueda correr mucho. Este año fue así. Llegué sin ningún tipo de presión, con malos entrenamientos y salí a divertirme, simplemente. El resultado fue bueno, con bien ritmo en el inicio de la carrera, controlando mucho en la subida al Parador Nacional y dándolo todo en la zona final. En concreto el último mil fue guapísimo. Pasé a muchos atletas y tuve un pique con un par de atletas que me supo a gloria, a atletismo. ¡Qué mejor punto y final para el año! Lejos de marcas y buenos registros, me quedo con los buenos momentos, no hay más.
La temporada que se avecina pinta igual o incluso más complicada. Además de los estudios, que volverán a ser prioridad, se une la llegada de un segundo pipiolo al nido a finales de noviembre o principios de diciembre. Así que, como es natural, el atletismo caerá muchos puestos en la lista de preferencias. No habrá maratón, seguro, no sé si media maratón, y optaremos por carreritas cortas que se puedan preparar con menos tiempo de entrenamiento y donde el disfrute prevalezca sobre los registros. No queda otra, resignación. Sólo en el primer tercio de la temporada quizás pueda plantearme algo en serio, pero con estas calores mejor no hablar.
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