Carrera de la que tengo constancia desde hace dos o tres
años, de la mano del amigo Leonardo Lora, pero a la que generalmente desisto de
ir, dado que, o suelo estar en la playa, o bien no hay ganas de competir por
estar en pretemporada. Además no soy muy amigo de estas carrera en julio y
agosto, donde venimos de descansar, creemos estar en mejor forma de lo que
realmente estamos y solemos pecar de optimistas, amén del calor. A este tipo de competiciones las suelo llamar "gazpacheras", por lo de veraniegas, frescas por ser cortas y lo malo es que se te suelen repetir luego a la noche.
Sin embargo esta prueba es cortita y de haber excesos, el
sufrimiento no será largo. De hecho se anuncian 5.000 metros. Pero
finalmente son sólo unos 3.500
m., dado que se hizo algo tarde y la iluminación no era
la más oportuna. Para completar esa distancia hay que dar un total de seis
vueltas a El Calonge, pedanía de Palma del Río (Córdoba). Así que no estamos
antes una carrera patrocinada por Nike precisamente.
El término familiar es el apropiado para esta modesta
prueba, pues son sus vecinos los encargados de la organización. Inscripción
gratuita para todos y al finalizar bocadillo y refresco. No hay camisetas,
buff, mochilas, brazaletes, ni nada de eso. Bueno sí, se me olvidaba, se
ofrecía también gazpacho una vez concluidas todas las carreras. Curioso que para la prueba, en el paso de cada
vuelta, hubiese un puesto de avituallamiento con agua, siendo los niños los voluntarios,
y luego en meta no vi ninguna botellita. Y no, ambulancia tampoco había, ahora
que lo pienso, o al menos no la vi.
Ya podréis barruntar que la participación no fue muy alta, y
es que en la categoría de adultos éramos poco más de treinta. Y allí estaba yo,
en la salida, por un lado no sabiendo muy bien qué estaba haciendo en ese
lugar, y por otro lado con ganas de divertirme.
Se da el tiro, obviamente estaba en primera fila, como casi
todos, y se sale a toda leche. En los primeros compases comparto metros con
Leo, charlamos un poco hasta que voy pillando mi ritmo. Ojeo el Garmin y me
dice que vamos ligeramente por debajo de 3’20”. ¡¡Cómo!! Se me cuelga el Güindous
Long Distance Runner, erro: ritmo inadmisible, y casi de una manera automática
amoldo el paso.
Van pasando las vueltas y voy cazando a los que han sido en
exceso optimistas, y también comienzo a doblar a atletas. Recordemos que una
vuelta a El Calonge no tiene más de seiscientos metros.
Parece que voy “cómodo”, ajustado ya el ritmo de fondista a
la distancia, como gastando lo justo y necesario, cuando al pasar por la
salida, otra vez, dicen última vuelta. Llevo cerca un par de atletas y me
decido a tirar, a ver qué pasa. Las patas responden bien, con fuelle, y pronto
doy caza al primero, que cae como un plomo.
Ahora me fijo en el siguiente, le voy recortando metros.
Pero de cada tres metros que le como, él gana uno al recortar en los diversos
giros. Sí, todos recortaban, todos. O al menos todos los que iban por delante de
mí. Incluso en la carrera de infantiles y cadetes, que se celebró con
anterioridad, me puse a posta en una esquina para evitar que los niños se
subiesen, porque lo hicieron todos salvo el primero. En la segunda vuelta que completaron me
dije: aquí no se sube nadie.
Bueno que me desvío. Faltaría media vuelta, y en ella tres
curvas de 90º. Ya le tengo cuando se vuelve a subir a la acera. Me voy
calentando. En la siguiente no puede subirse porque ya hay un doblado sobre la
acera. Quedan unos 200m y un solo giro. Estamos casi parejos, y veo que cambia el
rumbo decidido a volver a recortar, incluso por detrás del público. Se me
hincha la vena y no me reprimo, ¡por
encima de la acera es trampa!, y apostillo con un muy español ¡cojones! Al atleta le coge de improviso
el bocinazo, rectifica y no se sube a la acera, se gira hacia mí, a la vez que
levanta los brazos con cara de “a mí que
me registren, señor agente, que yo no he sido, se lo juro por mi madre”.
Estas fracciones de segundo sirven para emperajarnos definitivamente y vencerle
al sprint. Al pasar por meta me saluda con el pulgar hacia arriba, a lo que le
respondo con una media sonrisa. Lo que él no sabía y yo sí barruntaba, es que
nos acabábamos de jugar el primer puesto de Veterano A, cosa de la que se
coscaría ya en el podium.
Soy sincero, el trofeo no es de gran mérito, pero la
experiencia sirve para quitar carbonilla y disputar una carrera corta, que
hacía muchísimos años que no lo hacía (desde los extintos Controles del Parque Mª Luisa)
y es obvio que se necesita otro planteamiento. De hecho, al vencedor absoluto de
la prueba le pasé hace pocas semanas en Carmona, terminando por delante de él.
Creo que me faltó un pelo de valentía, pero tampoco sabía cómo me iba a
encontrar a estas alturas. Además, para qué ganar la prueba si el premio iba a
ser el mismo: primer Veterano A y para casa.
Datos: 3.550m a 3’27” (según el Garmin, yo le sumaría dos o
tres segundos que había muchos giros), 5º de la general y 1º de mi categoría.
Bueno, has tenido una gran temporada, ahora toca comenzar otra. Si la empiezas igual es para quitarse el sombrero! ánimo!
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