martes, 18 de marzo de 2014

Crónica de una victoria inesperada




Ganar, en esto del atletismo, es algo que está reservado a muy pocas personas, a todos los niveles. Sin embargo es una ilusión que todos y cada uno de nosotros tenemos, independientemente del deporte que practiquemos.



El pasado sábado 15 tuve la enorme suerte de ganar. Sí, suerte. Obviamente uno entrena casi a diario, se cuida más o menos, y tal. Pero a determinados niveles, para ganar una carrera, tienen que coincidir una serie de factores, muchos, para que eso ocurra. Y ocurrió.



I Carrera Solidaria Madre Coraje pro proyecto "Escola Feliz"

La primera noticia que tengo de esta pequeña, pequeñísima carrera, es a través del Centro Cultural Lusófono, asociación donde soy tesorero. Se trata de una entidad sin ánimo de lucro, cuyo objeto es la divulgación de la cultura portuguesa, aquí en Sevilla.



Bien, la carrera tiene un fin solidario: recaudar fondos de cara a construir una escuela en Mozambique, país de habla portuguesa por cuestiones coloniales. De ahí que la info llegase a la asociación. Y obviamente todos los focos se pusieron en mí, ya que soy  “el que corre”.



Tratamos de poner en marcha un evento para movilizar a más asociados para asistir a la prueba, corriendo o animando. El éxito fue escaso, sólo participamos dos… ¡pero qué dos!



El caso es que mi ánimo para correr la carrera tampoco era el mejor. Viniendo de la maratón, con dos semanas muy relajadas y recién comenzando un plan de 10.000 metros para las carreras populares del IMD, pues no me cuadraba mucho correr esta prueba. Por tanto voy con el ánimo de hacerla de forma suave, ya que el domingo me tocaban series largas.



Pero desde hacía días, había cierto runrún, ya que se veía poca gente inscrita, y la mente es libre, y sueña. ¿Y si la disputo? Los humos se me bajan un poco al ver, por Facebook, que al evento hay varios inscritos que son buenos galgos. Así que tranquilidad y a pensar en lo que hay que pensar, entrenar.



Para quitarme la idea de la cabeza, que me conozco, me presento en la carrera con vaqueros, zapatillas casual y me siento en un banco del Parque del Alamillo, al sol, a verlas venir. Obviamente en el coche tengo mi ropa de “entrenamiento”: mallas piratas, zapatillas trotonas, y camiseta de fútbol holgadita de Portugal (ya que defendía los colores del Centro Cultural Lusófono).



Llega Pau, la otra asociada. Viene bien equipada…para tomar unas cervejas. Y me confirma que va a correr, pese a venir con falda de gasa, pantys y zapas casual, para su debut. Pau es especial y lo demuestra en todo. Incluso dice que quiere salir a mi lado. Me cuesta un poco hacerle ver que se la pueden llevar por delante y no será hasta última hora, con los nervios de la salida, cuando me haga caso. Bueno, un poco de caso.


Pau y un servidor con equipaciones tope de gama.


Los prolegómenos los pasamos de cháchara. Explicándole cosas de las carreras, y me doy cuenta de lo friquis que somos los corredores. También saludo a amigos como José Luis Olivares o Antonio Pérez. El ambiente es extremadamente relajado.

Son las 9:15 y sigo en vaqueros. Queda un cuarto de hora para la salida. Voy caminando a buen paso hacia el coche, y aunque ya lo había hecho con anterioridad, hago una visual, moviendo el hocico en busca de caras conocidas, de galgos, de rivales. Esta oteada general me hace subir el pulso. ¿Salgo a por todas?



La carrera

La salida se retrasa, el médico no ha llegado y no quieran dar el tiro sin él. Se nota que los que estamos allí somos corredores, pero no hay ganadores. Me explico. No seríamos ni 70 atletas y todo el mundo hablaba en corros. Nada de gente haciendo progresiones, pegando saltitos, en fin…Ni yo mismo, que ya estaba decidido a disputarla. Simplemente trotaba ligeramente. Los que allí estábamos, solemos enfrentarnos a la autosuperación, y no pensamos mucho en competir por ganar una carrera o ganar a alguien en concreto.



Por fin avisan que se va a dar la salida, casi media hora de retraso. Me coloco, sin ningún tipo de problema en primera fila. No conozco a los que tengo alrededor, tampoco sé como me voy a encontrar. El jueves había hecho un controlado, el viernes descansé porque tocaba. Vamos que no había hecho ningún tipo de preparación especial para la prueba.



Con estas premisas, me digo que salgo con los de cabeza, y que viendo el ritmo, si en el primer o segundo kilómetro veo que van a mucha tralla, bajo el pistón, y el dominguito series, como decía el plan.



Se da el tiro, y salgo tras los primeros. Se ponen dos atletas a tirar, tras ellos otra pareja, y yo a la zaga. Cierro el primer grupo, arropado. Me coloco ahí a posta, en la barrera. Primera mirada al Garmin, vamos a 3’40”. Vamos a ver. De golpe un primer bajón, 3’45”,  y otro bajón 3’50”, bendito Garmin. Apenas llevamos recorridos 400 metros y ya se ha bajado el ritmo ostensiblemente.



Miro atrás y ya viene otro grupito, en el que va Antonio Pérez, un súper veterano de 60 años, un clásico del atletismo popular sevillano. Cuando lo veo ahí, me digo, vamos lento.



Cual buen conductor, me abro a la izquierda y adelanto. Le pego una patada al árbol, a ver cuantas manzanas caen. Esta sensación, no hablo de la física de cambiar el ritmo, sino la de estar tú el primero, ver que no hay nadie por delante de ti, que lideras, soy sincero…me dio algo de vértigo. Es la imagen que más se me ha grabado en la retina, en el pensamiento. Esas primeras zancadas sin nadie delante.



El leñazo hace que nos quedemos sólo tres, y pronto seríamos dos. Esto me da mucha tranquilidad. Me digo, a las malas soy segundo. Y todo esto dentro del primer mil, que pasamos a 3’48”, con los parones antes mencionados.



Mantengo la intensidad en el segundo mil, 3’38”, ya que veo que el atleta que me acompaña va ligeramente separado de mí y que va menos cómodo. Encima, nos acompaña un voluntario en bici, que nos hace de guía, amén de marcar quién es el primero. Pues bien, a este voluntario le conozco desde hace…puff 20 años? Puede ser. Me habla y yo le respondo. A mi esto me resultó positivo, porque el otro atleta iba más achuchado, y supongo que diría “y el tío este va hablando”.



Este ritmo ya le hace daño y se abre una primera brecha. No son muchos metros, pero ver que cede me anima. Obviamente sé que el ritmo es un pelo alto, o por lo menos no sé si lo voy a poder sostener. Viniendo de una maratón, hace poco más de 3 semanas, ponerte a correr a tope una carrera de poco más de 6k, no es lo más indicado.

Paso 1ª vuelta.

La diferencia se estabiliza. Pasamos por meta por primera vez, son dos vueltas, y me da la sensación de que se me acerca. Quizás él apretó. K3 3’42”. Hago un nuevo cambio, para ver si rompo definitivamente el tema. K4 3’35”. El hueco se abre irreversiblemente. Le pregunto a Diego, el de la bici, que qué cara lleva el de detrás, y me dice que se va riendo, ¡qué mamón!




Meta.
En un giro de 90º ya le veo bastante más lejos. Cierto relax y bajo de nuevo el ritmo, tenía claro que a 3’35” no terminaba, además para qué. Empiezo a doblar a gente, y lo poco que queda a meta lo disfruto bastante. K5 3’40”, y ya con la victoria en la mano y con algún gritito, el último mil a 3’45”.



Aplausos, vítores, la megafonía diciendo que ahí viene el líder, escuchas tu nombre... Aún siento cierta sensación de incredulidad. ¿Podía estar pasando aquello? Increíble, increíble.

Os dejo, además , fotos del podium. Un gran momento, y un enorme honor compartirlo con el gran Antonio Pérez, que en un precioso sprint se hizo con el tercer puesto. Segunda posición para Eloy Dalí, que lucho lo suyo.