Ganar, en esto del atletismo, es algo que está reservado a
muy pocas personas, a todos los niveles. Sin embargo es una ilusión que todos y
cada uno de nosotros tenemos, independientemente del deporte que practiquemos.
El pasado sábado 15 tuve la enorme suerte de ganar. Sí,
suerte. Obviamente uno entrena casi a diario, se cuida más o menos, y tal. Pero
a determinados niveles, para ganar una carrera, tienen que coincidir una serie
de factores, muchos, para que eso ocurra. Y ocurrió.
I Carrera
Solidaria Madre Coraje pro proyecto "Escola Feliz"
La primera noticia que tengo de esta pequeña, pequeñísima
carrera, es a través del Centro Cultural Lusófono, asociación donde soy
tesorero. Se trata de una entidad sin ánimo de lucro, cuyo objeto es la
divulgación de la cultura portuguesa, aquí en Sevilla.
Bien, la carrera tiene un fin solidario: recaudar fondos de
cara a construir una escuela en Mozambique, país de habla portuguesa por
cuestiones coloniales. De ahí que la info llegase a la asociación.
Y obviamente todos los focos se pusieron en mí, ya que soy “el que corre”.
Tratamos de poner en marcha un evento para movilizar a más
asociados para asistir a la prueba, corriendo o animando. El
éxito fue escaso, sólo participamos dos… ¡pero qué dos!
El caso es que mi ánimo para correr la carrera tampoco era
el mejor. Viniendo de la maratón, con dos semanas muy relajadas y recién
comenzando un plan de 10.000
metros para las carreras populares del IMD, pues no me
cuadraba mucho correr esta prueba. Por tanto voy con el ánimo de hacerla de
forma suave, ya que el domingo me tocaban series largas.
Pero desde hacía días, había cierto runrún, ya que se veía
poca gente inscrita, y la mente es libre, y sueña. ¿Y si la disputo? Los humos se me bajan un poco al ver, por
Facebook, que al evento hay varios inscritos que son buenos galgos. Así que
tranquilidad y a pensar en lo que hay que pensar, entrenar.
Para quitarme la idea de la cabeza, que me conozco, me
presento en la carrera con vaqueros, zapatillas casual y me siento en un banco del Parque del Alamillo, al sol, a verlas venir. Obviamente en el coche tengo mi ropa de
“entrenamiento”: mallas piratas, zapatillas trotonas, y camiseta de fútbol
holgadita de Portugal (ya que defendía los colores del Centro Cultural
Lusófono).
Llega Pau, la otra asociada. Viene bien equipada…para tomar
unas cervejas. Y me confirma que
va a correr, pese a venir con falda de gasa, pantys y zapas casual, para su
debut. Pau es especial y lo demuestra en todo. Incluso dice que quiere salir a mi lado. Me cuesta un poco hacerle ver que se la pueden llevar por delante y no
será hasta última hora, con los nervios de la salida, cuando me haga caso.
Bueno, un poco de caso.
Pau y un servidor con equipaciones tope de gama. |
Los prolegómenos los pasamos de cháchara. Explicándole cosas
de las carreras, y me doy cuenta de lo friquis que somos los corredores.
También saludo a amigos como José Luis Olivares o Antonio Pérez. El ambiente es
extremadamente relajado.
Son las 9:15 y sigo en vaqueros. Queda un cuarto de hora
para la salida. Voy caminando a buen paso hacia el coche, y aunque ya lo había
hecho con anterioridad, hago una visual, moviendo el hocico en busca de caras
conocidas, de galgos, de rivales. Esta oteada general me hace subir el pulso. ¿Salgo a por todas?
La carrera
La salida se retrasa, el médico no ha llegado y no quieran
dar el tiro sin él. Se nota que los que estamos allí somos corredores, pero no
hay ganadores. Me explico. No seríamos ni 70 atletas y todo el mundo hablaba en
corros. Nada de gente haciendo progresiones, pegando saltitos, en fin…Ni yo
mismo, que ya estaba decidido a disputarla. Simplemente trotaba ligeramente.
Los que allí estábamos, solemos enfrentarnos a la autosuperación, y no pensamos
mucho en competir por ganar una carrera o ganar a alguien en concreto.
Por fin avisan que se va a dar la salida, casi media hora de
retraso. Me coloco, sin ningún tipo de problema en primera fila. No conozco a
los que tengo alrededor, tampoco sé como me voy a encontrar. El jueves había
hecho un controlado, el viernes descansé porque tocaba. Vamos que no había
hecho ningún tipo de preparación especial para la prueba.
Con estas premisas, me digo que salgo con los de cabeza, y que
viendo el ritmo, si en el primer o segundo kilómetro veo que van a mucha
tralla, bajo el pistón, y el dominguito series, como decía el plan.
Se da el tiro, y salgo tras los primeros. Se ponen dos
atletas a tirar, tras ellos otra pareja, y yo a la zaga. Cierro el primer grupo,
arropado. Me coloco ahí a posta, en la barrera. Primera mirada al Garmin, vamos
a 3’40”. Vamos a ver. De golpe un
primer bajón, 3’45”, y otro bajón 3’50”,
bendito Garmin. Apenas llevamos recorridos 400 metros y
ya se ha bajado el ritmo ostensiblemente.
Miro atrás y ya viene otro grupito, en el que va Antonio Pérez,
un súper veterano de 60 años, un clásico del atletismo popular sevillano.
Cuando lo veo ahí, me digo, vamos lento.
Cual buen conductor, me abro a la izquierda y adelanto. Le
pego una patada al árbol, a ver cuantas manzanas caen. Esta sensación, no hablo
de la física de cambiar el ritmo, sino la de estar tú el primero, ver que no
hay nadie por delante de ti, que lideras, soy sincero…me dio algo de vértigo.
Es la imagen que más se me ha grabado en la retina, en el pensamiento. Esas
primeras zancadas sin nadie delante.
El leñazo hace que nos quedemos sólo tres, y pronto seríamos
dos. Esto me da mucha tranquilidad. Me digo, a las malas soy segundo. Y todo
esto dentro del primer mil, que pasamos a 3’48”, con los parones antes
mencionados.
Mantengo la intensidad en el segundo mil, 3’38”, ya que veo
que el atleta que me acompaña va ligeramente separado de mí y que va menos
cómodo. Encima, nos acompaña un voluntario en bici, que nos hace de guía, amén
de marcar quién es el primero. Pues bien, a este voluntario le conozco desde
hace…puff 20 años? Puede ser. Me habla y yo le respondo. A mi esto me resultó
positivo, porque el otro atleta iba más achuchado, y supongo que diría “y el
tío este va hablando”.
Este ritmo ya le hace daño y se abre una primera brecha. No son
muchos metros, pero ver que cede me anima. Obviamente sé que el ritmo es un pelo
alto, o por lo menos no sé si lo voy a poder sostener. Viniendo de una maratón,
hace poco más de 3 semanas, ponerte a correr a tope una carrera de poco más de
6k, no es lo más indicado.
Paso 1ª vuelta. |
La diferencia se estabiliza. Pasamos por meta por primera
vez, son dos vueltas, y me da la sensación de que se me acerca. Quizás él
apretó. K3 3’42”. Hago un nuevo cambio, para ver si rompo definitivamente el
tema. K4 3’35”. El hueco se abre irreversiblemente. Le pregunto a Diego, el de
la bici, que qué cara lleva el de detrás, y me dice que se va riendo, ¡qué mamón!
Meta. |
En un giro de 90º ya le veo bastante más lejos. Cierto relax
y bajo de nuevo el ritmo, tenía claro que a 3’35” no terminaba, además para
qué. Empiezo a doblar a gente, y lo poco que queda a meta lo disfruto bastante.
K5 3’40”, y ya con la victoria en la mano y con algún gritito, el último mil a
3’45”.
Aplausos, vítores, la megafonía diciendo que ahí viene el
líder, escuchas tu nombre... Aún siento cierta sensación de incredulidad.
¿Podía estar pasando aquello? Increíble, increíble.
Os dejo, además , fotos del podium. Un gran momento, y un enorme honor compartirlo con el gran Antonio Pérez, que en un precioso sprint se hizo con el tercer puesto. Segunda posición para Eloy Dalí, que lucho lo suyo.