Pipa, de rechupete, de lujo, son algunos de los
calificativos suaves que podría usar para definir la jornada de ayer, aunque
realmente querría decir “de puta madre”… Ea!
ya me he quedado a gusto.
Las cosas poco planificadas, en ocasiones, que el que
escribe es un cuadriculado, salen bien. Pero
si detrás hay gente con experiencia, un entorno precioso y una compañía
genial, el éxito está garantizado.
En estas semanas donde me cuesta salir a entrenar y estirar
hasta la Nocturna de Dos Hermanas me está suponiendo más esfuerzo, mental, del
necesario, lo de ayer fue como una amapola en un gris solar. Sobresale y te hace sonreír…
esto me está quedando muy moña. Vamos al lío que me emociono y puedo comenzar a
recitar versos y todo.
Como digo con mi mente algo frita, con el cuerpo con
sensaciones variables y la motivación en crisis, por Facebook José Luís
Olivares me invita a un evento: KDD ChillOut Galaroza. Sinceramente, no pensaba
en asistir. Pero me dio por hacer click en el link en el que se describía la
historia, bicheé por Internet dónde
estaba Galoraza. La cosa comenzaba a tomar color: 20K para no iniciados en el
mundo del trail en la Sierra de Huelva.
Esto no encajaba en mi trastocado e hipermodificado plan de
10.000 para Dos Hermanas, pero me importó poco. Toca disfrutar. Acepto la
invitación al evento y me doy de alta en el foro del Team Turdetania,
organizadores del evento.
Ahora nos trasladamos a la madrugada del domingo. Suena el
despertador a las 05:30, desayuno e ida al punto de encuentro en Sevilla, Puente
del Alamillo 06:30. Nos organizamos en dos coches y camino a Galoraza donde
llegamos con tiempo para ponernos la ropa de guerra, sistemas de hidratación y
presentarnos todos.
Lo primero a destacar, había 10º de diferencia en la
temperatura, que bien sabían esos 11º graditos en Galaroza. Algunos calentaron,
yo bostezaba y decidí activar biorritmos metiéndome en cola los primeros
kilómetros.
Salimos un grupo de unas 12 personas, pequeño tramo de
asfalto para buscar el inicio de la ruta. Lo primero nos encontramos una
calzada de piedra en un estado bastante irregular donde correr era incómodo, pero
íbamos poco más que trotando, eso sí ya con las primeras cuestas que anticipaban
lo que estaba por llegar.
Pronto se dejó ver cuál iba a ser la mecánica de la KDD.
Cada uno podía ir más o menos al ritmo que quisiese, pero cada "x" kilómetros o
en algún cruce de caminos donde hubiese duda pues se esperaba al resto. Así que
cada uno iba más o menos a su nivel. Al inicio, como yo comenté, iba relajado
en cola: que la cola caminaba, yo caminaba, que la cola corría, yo corría. Pero
esto duró poco, una vez las piernas se hubieron despertado pidieron más. Así
que poco a poco iba yendo más delante, cerca de la cabeza. Incluso en algunos
parones me fui a buscar a la cola al trote, así que hice metros de más.
El hecho de que cada poco se parase, lo de ir para atrás lo
dejé de hacer al tiempo, hacía que pudieses ir con los de la cabeza (que ni
mucho menos irían al 100%) porque después tenía la posibilidad de recuperar en
los descansos.
Pasamos por todo tipo de lugares, con vegetación frondosa,
impresionante, bosques en galería que en alguna ocasión te hacían correr
agachado u otros en los que se podía correr rápido e iba con la cabeza, a su
paso. En mi fuero interno quería correr más, pero claro eran 20K y no tenía ni
idea del perfil ni de la ruta, así que allí, tras ellos, iba disfrutando como
un enano. Cuando digo correr más, a ver cómo lo explico, es que, el entorno, el
olor, la luz que aparecía y desaparecía entre los árboles, el ir rozando la
vegetación que incluso te arañaba las piernas… me pedían correr más y más.
Después llegó la duro, no solo por el perfil, sino por el
piso, que visité en una ocasión por ser “atleta urbano”. Me explico, transitaba
una senda estrecha, sólo cabía uno, iba en tierra de nadie, a lo lejos se veía
alguien y por detrás no escuchaba nada. De golpe “pí-pí”, el Garmin marca un
kilómetro, gesto instintivo, mirar el reloj. No veo nada, vamos por un tramo de
sombra, pero trato de ver el parcial, ¿Para qué? No lo sé. Cuando vuelvo a
mirar a donde debo, a la senda, no sé dónde poner el pie, hay una serie de
piedras. Apoyo en una y que sea lo que Dios quiera. Resultado: caída hacia
delante, salvando las piedras, escucho un clic. Me levanto como un resorte y
sigo corriendo. Me miro la rodilla izquierda que es la que se ha llevado la
peor parte y me empiezo a limpiar sin dejar de correr…¡pero mira pa’lante gilón!
Parece que todo está bien, veremos cuando
pare y se enfríe. Ahora noto que algo se mueve en mi mano, son las gafas de
sol. Las llevaba en la mano, ya que con ellas en ese tramo tan sombrío se veía
poco con ellas. Son las principales damnificadas. En la caída había perdido una
lente y se habían roto por la mitad… Arrivederci
Roma!
Afortunadamente la ligera molestia, propia del golpe, de la
rodilla terminó por desaparecer y sólo quedan rastro del leve roce con el
suelo, como cuando te caías en el cole. Tras la caída aprieto más si cabe, el
hecho de llevar la vegetación tan cerca, por una senda tan estrecha te
transmite una sensación de velocidad brutal, nada que ver con el asfalto,
aunque probablemente no iría rápido. Bueno, ahora el concepto rápido toma un
cariz tan relativo…
Desde este punto hasta al final ya no me separé de Carlos,
el que iba en cabeza, siempre iba cerca de él y en algún tramo de buen piso
incluso fuimos codo con codo cuando nos extraviamos e íbamos en plan cacería.
Sí, porque nos perdimos 3 o 4 veces. Él había hecho una ruta en la zona unas
semanas antes, pero no exactamente la misma. Así que más de una vez nos
perdimos y tuvimos que volver sobre nuestros pasos en busca de los compañeros
que iban con otros integrantes del club que sí iban por el camino correcto.
Yo no soy un buen “subidor”, no me gustan las cuestas, he de
decirlo, así que seguir el ritmo me costaba mucho cuando el perfil se ponía
para arriba, y más cuando nos acercábamos a los 20K… y yo desde enero sólo he preparado pruebas de
10.000. Sin embargo sí me gusta tirar en las bajadas, claro que hablo en
asfalto. Si el terreno era más o menos bueno, poco técnico, seguía a Carlos
bien. Me fijaba que él zigzagueaba un poco y clavaba los talones además de
llevar los brazos abiertos yo sin
embargo llevaba una zancada “normal”. Me explicó que esa era una, de las
múltiples, técnicas de bajada. Le imité y la verdad es que me sentí super
incomodo. Pero “el tema” vino en las zonas técnicas de bajada, con mucha
piedra, troncos, hojas que pese a estar secas resbalaban por la humedad y
además ocultaban las piedras... Aquí tuve varios sustos, quería bajar a su
ritmo, y lo conseguí en más de una ocasión, pero claro, yo iba sin control
ninguno, no sabía dónde iba a aterrizar y tuve que ponerme freno porque veía
que me la pegaba y contra las rocas y me podía hacer daño, daño en serio.
Ya al final, en la última confusión de ruta lo pasé mal.
Pasamos un par de cuestas duras, cruzamos el pueblo, llegando a la iglesia, que
sabéis dónde suelen estar…en lo más alto. Mis cuádriceps estaban vacíos. Sin
embargo cuando había llano o bajada las piernas seguían empujando.
Estoy muy contento tanto física como mentalmente. Aunque hoy
me duele todo, tobillos, rodillas, tengo arañazos en hombros, brazos, piernas…y
sé que esto va a tener sus consecuencias en los entrenos de esta semana… pero
si me dicen que el domingo repetimos, diría sí. Igualmente tengo claro que esto
ha sido muy light, no por el perfil o el piso, sino porque hubo muchas paradas
que te permitían recuperar, hidratarte e incluso comer. De haber sido los 21K
seguidos la cosa hubiese cambiado mucho.
Otra experiencia trail, o podría decir que la primera realmente
trail o casi de montaña, que añadir a la colección.
Os dejo la ruta del Garmin, que tendrá muchos fallos ya que
en los descansos paraba el reloj, y al retomar lo arrancaba, pero en ocasiones
no me daba cuenta y lo paraba o reiniciaba tarde.
Fotos tomadas por el Team Turdetania: https://www.facebook.com/paco.trailrunner#!/media/set/?set=a.329803010433672.76241.100002119281585&type=1
A seguir bien…