Complicado, muy complicado comenzar este relato. Estoy contento, estoy feliz, estoy satisfecho y a la par también estoy incrédulo y sorprendido. A ver, comenzaremos cronológicamente.
Me voy a retrotraer hasta el martes, tranquilos trataré de ser breve. El lunes gran entreno y el citado martes trastazo con un caballo. Fue una caída pequeña, pero el golpe no hay quien te lo quite, además de un par de rasguños en la muñeca y en la rodilla. El entreno del miércoles salió bien, pero con malas sensaciones. Sería una mezcla de malestar por la caída y nervios previos a la carrera.
Además el clima estaba en contra. Mirabas todas las páginas de meteorología y el sol aparecía todos los días, salvo el domingo. Aunque las previsiones cambiaban parecía seguro que durante la carrera llovería y además habría viento.
El sábado por la noche pongo el despertador a las 7:15, pero Samuel nos levantó a las 7 en punto, no fuese a ser que se me olvidase. La verdad es que portó muy bien, ya que desde las doce la noche no dijo ni mu. Desayuno, reviso que no se me olvide nada y salgo.
El cielo estaba nublado en Sevilla, pero aún no había caído agua. Me pongo en marcha y voy feliz, contento, con la música fuerte y pegando botes escuchando, entre otras, el “Penso Positivo” de Jovanotti. Pero a 50 kilómetros comienza a chispear, luego a llover y hubo momentos de diluvio. El limpiaparabrisas no paró hasta llegar a Ayamonte, dónde afortunadamente pasó a leve llovizna.
Recojo el dorsal con facilidad, llegué pronto, y ahora a esperar y a rezar para que el tiempo no vaya a peor. Me ponga la ropa de faena y encima el chándal, había unos 7 grados. En el camino, y viendo lo que caía pensé en todas las opciones: volverme y guardarme para la media de la Cartuja, correrla pero con un objetivo más modesto, o jugármela desde el inicio. El hecho de que el viento fuese casi inapreciable y que "sólo" hubiese algo de lluvia me hizo poner todas las fichas en juego. En la mochila llevaba calzonas, mallas cortas, pirata, y largas, manga de tirantes, corta, larga y térmica. A por todas: pantalón corto, y tirantas (además de las medias de compresión).
Vamos a la carrera, ¿no? Me hago el remolón y los jueces me llaman la atención para ir a la línea de salida, esta vez no quiero tapones, aunque no somos más de 500 atletas. Salgo en prima fila, aunque esquinado, en la calle 8. Los primeros 100 metros son fuertes y a partir de ahí comienzo a regular. Pese a querer no ir muy rápido al inicio el primer mil ya sale a 3’54”. El K2 voy a 4’00”, eso está bien, aquí la lluvia arrecia, pero fueron tres minutos, en el resto de la prueba fue simplemente chispeando. Durante el K3 me encuentro a un conocido, nos saludamos, compartimos unas palabras y encaro la única cuesta reseñable de la prueba. Me la tomo muy tranquilo, quizás demasiado, 4’07”, pero inmediatamente se baja y se recupera.
Voy mirando a ver si se ven grupos, sólo hay uno delante interesante, pero no parece organizado, se pasan, se repasan, no me gusta, sigo a mi rollo. Ahora callejeamos por el centro del pueblo, sobre adoquinado y las zapatillas resbalan mucho sobre el piso mojado, la tracción es pésima y volver al asfalto es un alivio. Afortunadamente fue poca distancia. Ahora llevo delante a una mujer, la 3ª clasificada, que va acompañada de un hombre. Los alcanzo junto a la dársena, él va frito y ella se me pega cuál lapa. El colega se queda atrás y ahora hago dupla con ella. Compartimos el trayecto durante tres o cuatro kilómetros en los que pasamos a bastantes atletas. Ella tironeaba bastante yo seguía a lo mío y sin querer la volvía a cazar, incluso pensaba que me esperaba. Pronto comprendí el porqué de su nerviosismo. Al pasar a un grupo observo que llevamos a la 2ª y a la 1ª a menos de 100m. Cazamos a la segunda y hablan entre ellas, son ambas de Europa del este. Es el K9, giro de 180º en una rotonda y nos vamos en pos de la primera, o eso pensaba yo, porque la chica no me sigue.
En fin, capítulo finalizado, pienso, sigamos... Ahora, ya en el K10, queda lo más duro: ida y vuelta a la playa sin apenas protección, por una travesía extremadamente desolada. Me quedo solo al pasar a otro atleta, pero me vienen dos por detrás, me dejo querer y me pongo tras ellos. No quieren, se abren y me dejan pasar y se ponen ahora detrás de mí. Éste fue el primer momento de crisis, quería apretar un poco, pero no podía, pegué un minicambio brusco, les dejo atrás, y salí del atasco, todo volvía a la normalidad (misterios del cuerpo). Como el año pasado fijo la vista en el siguiente grupo, éste sí numeroso, y me pongo en modo caza, cogiendo a los que se van quedando. No es fácil, llevan un ritmo muy similar al mío.
Llegamos a la playa y viene un gran subidón moral. Están allí mis padres, que andan por la zona unos día, y me animan. Como toca vuelta al estadio sobre nuestros pasos los vuelvo a ver y les grito “¡Hoy sí!” (pensando en Faro donde también vinieron) y me responden “¡Hoy sí, hoy sí!” Me lo repito mentalmente varias veces. Son los 2K más rápidos (3’49” y 3’45”), como ayudan estos ánimos, pero soy consciente de que no puedo ir por debajo de 3’50” hasta meta. Templo los nervios y vuelvo a controlar. Concentración y a por el siguiente, me digo.
Sigo con un gran ritmo hasta el K18 donde noto que la gasolina está apunto de agotarse. Toca apretar los dientes, literalmente, motivarse con el pequeñajo, cierro los ojos y le veo sonreír. Justo cuando alcanzo a un atleta nos pasan dos, él se pega a ellos yo no puedo en primera instancia, pero no dejo que se me escapen mucho más allá de diez metros, me sirven de referencia aunque terminaron marchándose. Miro el crono y sigo viendo buenos tiempos, me motiva y me ayuda a continuar así. Llego al estadio emparejado con un atleta. El pisar el tartán te da un extra, simplemente abro zancada, no hay más. Me pasa en contrameta, me da igual, última curva y veo en el crono junto al arco de meta 1:22:54, es la primera vez que me fijaba en el tiempo total. Pienso en no superar la 1h23m aunque sé que es imposible. Increíble, con el carrerón que me estaba saliendo y la gran marca que iba a hacer a 100m de meta me estaba picando para bajar tiempo. Trato de cambiar, pero no hay más, no hay más.
Termino vacío, pero con una sonrisa de oreja a oreja. El de Ideain (la empresa de cronometraje) me dice: “¿Qué? ¿Hemos rascado segundos o no?”, y le digo “minutos, minutos”, aunque no sé si me entendió, estaba frito.
Además obtuve una buena clasificación, me di cuenta al entrar en el vestuario, dónde sólo había 5 personas y me pude duchar sin prisas y relajarme bajo el chorro de agua caliente.
Bueno, creo que os habréis dado cuento que estoy muy satisfecho con la carrera. Otra vez Ayamonte, mi “media” talismán. El año pasado fue donde bajé de 1h30m y hasta el domingo no pude volver a rebajar la marca, tras el fiasco de Isla Mayor y la decepción de Faro. Sin duda sentirse a gusto, y conocer el circuito y la zona es un punto a favor y Ayamonte la conozco muy bien. Incluso creo que el clima jugó a mi favor. Me gusta el tiempo frasquete, los días grises, incluso esa llovizna fue agradable (para mí), y claro está, sin viento.
Por supuesto esta carrera está dedicada a Verónica, mi chica y a Samuel, el pequeñajo. Quién me iba a decir que tras su nacimiento y entrenando sólo 3 días a la semana, iba a conseguir esto. Sin duda él me ayudó mucho durante algún que otro momento de crisis durante la prueba.
Datos Garmin: http://connect.garmin.com/activity/141971604
Clasificación: http://www.ideain.com/enero2012/20120115ayamonte.htm