Siendo lo más somero posible podría decir: la he hecho más
rápido que el año pasado, siendo más dura, y encima he terminado mejor. Con
esta simple frase quedaría todo dicho sobre la carrera de ayer en Santa Marta
de Los Barros (Badajoz), pero me dejaría atrás muchos matices, demasiados.
Mi planteamiento con esta prueba, dado el conocimiento de la
edición anterior, era sufrir menos, hacerla más rápida y disfrutar. Podría ser
complicado a prior, pero yo sabía que era factible. ¿Por qué? Bien, el año
pasado pequé de optimista y hacía más calor, eso como poco. Este año, por el
contrario, he metido bastantes más cuestas en la preparación veraniega (a todos
ojos insuficiente para lo que esta prueba exige), incluso he deskilometrado un
poco y he hecho una semana previa suave. Con ello, y sobretodo con la
experiencia previa, creía que el objetivo era posible. Otro reto, secundario, era
no caminar, pero ya os anticipo que no pudo ser, es más, diría que debí caminar
más.
Vamos sin más dilación a la prueba. Bueno unas horas antes,
porque para llegar hasta Sta. Marta hay que madrugar y dormir poco, de hecho
creo que dormí algo más de 4 horas, ya que a la 1 de la mañana aún estaba dando
vueltas en la cama y a las 5:20 sonó el despertador, importante “handicap”.
Venga, venga, demos el tiro!
Salida! Y repaso mi estrategia. La tenía, en serio. En las
zonas llanas, hay pocas, no ir más rápido de 4’30”, en las subida ponerse en
modo motocultor (no llego ni a tractorcito) en las bajadas recuperar
físicamente al inicio de las mismas y recuperar tiempo a posteriori.
Con esto en la cabeza recorro los primeros metros y
encuentro un compañero inesperado: Nacho. Me voy con él y vamos parloteando en
los primeros 2-3 kms hablando de carreras y objetivos futuros. Relajados,
despreocupados. Bien, me dije.
Llegamos a la primera rampa y ambos, que ya la conocemos, cerramos el pico y
comenzamos el primer calvario. Es dura, muy dura, la más larga de la prueba,
más de 2 kilómetros.
Aquí cada uno va a su rollo. Muy bonito mirar para arriba y ver a los primeros
serpentenado en la subida. Pienso que aquí el año pasado caminé y mucho, pero
este año voy lento, pero acompasado y no paro. No me cebo. Nacho pierde unos
metros, pocos. Corono con el ánimo de los voluntarios que nos informan: Ahora 3 kilómetros de
bajada!!! Primer cambio de
recorrido, el año pasado la bajada no era tan larga. Lo comento no Nacho que me
caza pronto y bajamos juntos. Veo que el tiene más ímpetu bajando, o mejor
dicho que yo quería recuperar más que tirar. Pero volvemos a parlotear y
volvemos a hacer dupla.
Pasamos el segundo punto de avituallamiento, los hay cada 3K
aproximadamente. El año pasado girábamos a la derecha, en esta ocasión seguimos
de frente en frenético descenso. Sería fácil ir por debajo de 4’, casi sin querer, pero no lo
damos todo. Tras el descenso viene una zona de falsos llanos donde volvemos al
crucero.
Utilizo esta zona para hacer un auto-chequeo. Las
sensaciones son buenas, y voy animado. Casi sin quererlo nos acercamos al
ecuador de la prueba. Nacho y yo comentamos que si el año pasado tiramos por
allí y subimos por aquel lado, que no era por detrás de aquella loma. Pasamos
una capilla, y nos miramos. Por aquí el año pasado no pasamos, definitivamente.
Nuevo punto de avituallamiento, K9. Le comento a Nacho que
hasta el K16, aproximadamente, toca subir mucho, pero hay descansos. La primera
subida es brutal, brutal. Como será que en medio del campo, de encinas y
olivares, hay un tramo que han cementado, supongo que porque los coches no podrían
subir por el camino de tierra y grava que habría. La rampa tiene un par. Metros
por delante veo a un hombre que camina y no le recortamos nada. Pienso en parar
y caminar, pero no, sigo. Creo que aquí estuvo mi gran error. La rampa se
empina y de que manera, pasamos el K10, que han señalizado con pintura sobre el
cemento y además hay mensaje de ánimo tipo puerto de montaña en ciclismo. A lo
lejos se ve algo más pintado en el suelo, te da tiempo a leerlo
perfectísimamente, dice algo así como: vamos, ánimo, que no quea’ná!! Durísimo.
Afortunadamente, cuando los cuadriceps te van a reventar y no levantas el pié
un milímetro del suelo, ves el fin de la cuesta… aprietas los dientes, los
puños, bajas la cabeza y echas el resto.
Ahora toca bajar, de nuevo a saco, pero esta vez el margen
es corto ya que se vuelve a subir casi enseguida. Nacho, que esta vez no perdió
un metro, se lanza en la bajada, yo le iba a seguir, pero mirando al horizonte
veo la gente que vuelve a subir. Así que prefiero recuperar en vez de seguirle.
Se me escapa, ya irremediablemente. Creo que fui demasiado generoso en el
esfuerzo, debí caminar sin duda, y no vaciarme tanto como hice.
Aquí además se produjo el punto crucial, para mí, de la
prueba y diferencial con la prueba del año anterior. En 2011 creo que por el
itinerario podría haber yo circulado con mi Twingo, por ejemplo, con menor o
mayor dificultad, pero hubiese completado la prueba. Este año no. Tras coronar
la cuesta cementada lo hubiese tenido que dejar aparcado.
Ya no íbamos por pistas forestales, con más o menos baches,
ya era senda con mucha, mucha piedra, planas, guijarros, por lo que ya no es
sólo las cuestas, sino que debes buscar la trazada más cómoda para encontrar el mejor apoyo. Eso
subiendo, bajando, dónde pretendía recuperar tiempo, ahora vas jugándote el
tipo.
Pero volvamos a cuando empiezo a bajar tras la cuesta de
cemento, casi inmediatamente se sube, por el terreno éste ya más complicado. La
cuesta no parece tan dura pero las piernas van tiesas, estoy pagando el peaje
de antes. Afortunadamente sigo corriendo. Nacho se me escapa, así que no pienso
más en él. Está claro que, pensando en el perfil que tenía en la cabeza,
hasta casi el K16 no iba a recuperar nada. Ya que no había terreno en el que pudiese recuperar tanto como necesitaba. Ya no hablo de tiempo, sino de
recuperarme físicamente. Así que modo motocultor y paciencia.
Seguimos por la senda y en el K13 puesto de avituallamiento,
en el que camino un poco para beber bien. Dan el agua en vasos de plástico, y
en los puntos anteriores no bebí bien, me tiraba agua encima y cogía mucho
aire. Incluso en uno de ellos noté algo de flato, así que desde este punto
caminé unos metros para beber tranquilamente.
Durante buena parte del recorrido llevaba cerca de mí un
ciclista. Había varios, cuyo objetivo era controlar y auxiliar dado el caso. En
el puesto de avituallamiento el ciclista ha echado pie a tierra, mientras bebo
comentan que por ahí no podía subir, y los voluntarios le aconsejaba rodear la
loma. Ya no era sólo era desnivel, que volvía a ser brutal, sino el terreno.
Ahora no había piedras, sino terreno algo arenoso, terrones, era campo medio
arado y que en ocasiones se desmoronaba a tu paso entre encinas.
Complicadísimo. Además había que esquivar las boñigas del ganado, naturaleza en
estado puro. Llevaba algunos metros por delante al mismo hombre que comenté
antes que caminaba en la subida y en esta ocasión veo que incluso me sacaba
distancia caminando. Fue la evidencia, a caminar, a buen ritmo, pero caminando.
Veo sorprendido como alguno me pasa andando, como el amigo “Espidalgo”. Me
anima, pero lleva otra marcha más que yo incluso caminando, vaya crack. Es
además en este repechón donde se llega al 25.1% de desnivel. Ésto no lo
percibí, ya que iba caminando, fue más duro para mí la cuesta del K10.
Tras coronar me aproximo a un terreno favorable, donde en mi
estrategia inicial quería tirar. Pero el terreno volvía a ser en extremo
pedregoso, incluso en ocasiones era necesario saltar rocas. Así que tenías la
técnica o ibas lento para no hacerte daño. De hecho me pasó un atleta que
parecía volar sobre las piedras, mientras que yo parecía que no quería hacer
ruido al pisar: pasos cortos, indecisos, inseguros. No estaba disfrutando, me
sabe mal, pero en este punto era así. Tenía las piernas congestionadas, pensaba
que aquí debía tirar, pero no podía/sabía. Andaba algo bloqueado y no pude
disfrutar de las vistas y del entorno, llevaba la vista clavada un par de metros
por delante pensando dónde poner el pie. Pese a mi cautela por no terminar
sobre el colchón de guijarros que sembraba el suelo, perdí el pie en un par de
ocasiones, sin caer, afortunadamente sin consecuencias.
Me pasan varios atletas, ando algo derrotado. De golpe
volvemos a la pista forestal que subimos en el primer “puerto”, pero ahora en
descenso. Abro zancada, puedo “correr”. Se me empiezan a descongestionar las
piernas y la mente. Puedo liberar el pensamiento y no centrarme en cada paso. Es
aquí donde cambio el chip. En este punto llevo una media de 5’12”, la del año
pasado fue de 5’09” en global, así que empiezo a calcular. Ya es todo
favorable, por mejor terreno, vamos a bajar la media y este año es más duro- me digo.
Ahora se había vuelto la tortilla. Mentalmente volvía a estar optimista y las
piernas parecían más alegres.
Pero aún hubo una media sorpresa, y digo media porque la vi
venir. Me pita el Garmin, K16, y echando un cálculo rápido entiendo que no
vamos a volver por nuestros pasos a meta, como en 2011. Si repitiésemos el camino
nos faltarían kilómetros para llegar a los 21, así que debe haber algún tipo de
rodeo. Esto me hace ser cauto y no tirar a degüello como sí hice en la edición
anterior, y tras una curva se confirma la cuestión. A lo lejos veo a los
atletas girar a la izquierda y vuelven a subir.
Nuevo punto de avituallamiento y a volver a coger cuestas,
pero ya la cosa cambia. Son toboganes, de menor entidad, sobretodo por la
longitud, y subo con relativa facilidad, sin cebarme, ¿para qué? Además veo que
la media va bajando y echando la vista delante veo que ahora viene un
prolongado, pero suave, descenso que simplemente uso para soltar pierna, sin
tirar lo más mínimo. El ritmo es bueno, y voy holgadamente por debajo de
5’, y pese a otro repecho y la
entrada en meta que también pica para arriba, tenía asegurada la marca y la
sonrisa. No se podía pedir más.
Datos Garmin:
http://connect.garmin.com/activity/221028768
Así que saco esa conclusión, mejor resultado en un escenario
más complicado. Indudablemente me queda mucho que mejorar en este tipo de
carreras, todos tenemos nuestros puntos fuertes y débiles, sin duda el mío son
las cuestas. Bajo mi nivel clarísimamente en las pruebas donde las hay, soy
mucho mejor rodador que “subidor”, pero todo es mejorable.
Aquí terminaría la crónica, habitualmente, probablemente
citándome para la próxima edición, pero antes de acabar hay que destacar “el
momento dulce”. El año pasado, en el sorteo tras la prueba, fui agraciado con
un kilo de magdalenas caseras “Domi”. Creo que mi chica no ha acogido un
regalito de una carrera popular con mayor ilusión jamás. Así que este año, como una
semana antes de la carrera, por medio de la organización me puse en contacto
con “Domi”, que además es gran atleta y concreté el pedido de dos kilos del
nombrado dulce. No creáis que son todas para mí, que hay reparto. El caso es
que antes de la salida ya cerramos la transacción y guarde las magdalenas en el
coche de Manuel Pinteño (gracias por el transporte, un placer conocer a Ruben y
Patri). Pues bien, en el sorteo pos-carrera, otro regalito de productos “Domi”,
dos bandejas de pastas “rizadas”, de las que ya me he zampado cuatro, producto
muy fino. Así cualquiera no vuelve… ummm