Vamos a ello. Corría el año 2002, iniciando la temporada le planteo a mi entrenador dar un paso adelante, y pensando en una futura maratón, que no llegó hasta 2005, hacer algo más que carreras populares de hasta 12 kilómetros. Así que, de manera lógica, fijamos el tiro en la media maratón, y como primera piedra de toque optamos por la que se disputa cada año, en noviembre, en Córdoba.
Ir a por los 21.097 metros me supuso abandonar a mis compañeros habituales de entreno, que seguían planes de 10.000 metros, y hacer muchas sesiones solo o con compañeros “más lentos”. Así que se podría decir que todo fue fácil y novedoso.
Eso sí, me plantee este objetivo con mucha “profesionalidad”, vamos que creo que nunca estuve tan centrado. Cumplía los entrenamientos a rajatabla, cuidaba la alimentación mucho y hacía mis tablas de abdominales, lumbares y algo de pesas. Vamos que estaba fino, fino y motivado. Recuerdo que quince días antes de la carrera nos fuimos un grupo de amigos a unas casas rurales en Linares (Jaen), me llevé todo el equipo y el sábado me puse a dar vueltas a un campo de futbol de albero durante 45”, y mi novia en el banquillo, apoyando.
Como principal compañero en el día a día tenía a Marcos A. Macarro, un crack. Seguro que todos conocemos a alguno que entrena la mitad que tú y corre mucho más que tú. Bueno, llamadlo calidad, genética,... pero Marcos era de esos. Faltaba a algunos entrenamientos, a la más mínima molestia paraba, pero después te pulía y bien.
De cara a Córdoba, si no recuerdo mal, nuestro mayor tirada fueron 16 o 18k, que debían salir a 4'15” de media, y en el que yo iba dándole la vara cada vez que se pasaba un poco de rosca, lo hicimos a 4'07”. Por supuesto hubo series y tal, pero mi principal objetivo era terminar la prueba, no recuerdo que me marcase ningún tiempo objetivo, aunque si sobrevolaba nuestras cabezas hacerla a 4'00” de media.
Llegado el día de la prueba, este se presenta gris, lluvioso. Nos cayó una buena en la autopista, sin embargo durante la prueba aguantó, apenas chispeo un poco y no hizo excesivo frío.
En la salida me sitúo junto a Marcos, se da el tiro y sale como un avión, va ganando metros a base de dar y recibir empujones y codazos. Yo como era el novato iba algo “amarrategui” y fui más conservador. Recuerdo que Marcos miró para atrás, antes de la primera curva, para buscarme y le hice un gesto tipo: “¡ande vas zagal!” y desapareció.
Los primeros dos primeros kilómetros los recuerdo como si fuese llevado por la marea, hasta que encuentro a otros dos compañeros de club. María Belmonte, una superclase a nivel popular, y Joaquín Rodriguez, un veterano que le hacía de escudero para la prueba. Rebosaban experiencia, y yo sabía que en pruebas más cortes les ganaba, así que me acoplé.
Estuve con ellos hasta el K5, aquí vino el punto determinante de la prueba, y tomé la decisión correcta. Nos adelanta un grupo, encabezado por dos atletas del club ADS, uno de ellos se apellida Poley, atleta que solía quedar un poco por delante mía habitualmente en las competiciones. Dudé, mucho, pero pegué el salto y me fui con el grupo, que era numeroso.
Poco más hay que contar hasta el K18. Los del club ADS llevaban el peso del grupo, probablemente iban a por marca, sin importarle lo demás. Yo fui bien arropado en todo momento, viendo pasar los kilómetros, pero sin echar cuenta a los tiempos, ya que picamos una a 6'30”, imposible, y dejé de confiar en las mediciones.
Como decía en el K18, y ya algo tocado, el grupo corta en una esquina, pero un corte XXL, vamos que pasaron al público que aplaudía por la espalda. Fiel a mis principios, yo no corté, lo que me hizo perder unos metros muy valiosos y que no pude recuperar. Es más, el espacio su abrió, muy probablemente ellos también apretaron.
Llegamos a una avenida de ida y vuelta y me cruzo con Marcos, que va regular, y le digo “voy a por tí”. Soy sincero, me dio vidilla el hecho de poder cazarle, aunque no pude. Costaron un poco estos últimos kilómetros, ya algo desfondado y sólo, pero pese a ello tuve algo de chispa para defender mi posición ya en las pistas, cuando me intentaron adelantar en los 100m finales.
Pero lo mejor estaba por llegar, me leen el dorsal y me dan un papelito con la marca 1h18m43s, sonrío, pero no soy muy consciente y no tengo la cabeza para calcular, sigo leyendo, media 3'43”... entonces se me corta la respiración y acto seguido me salen dos lagrimones y me arrodillo en las pistas. No me lo puedo creer. Me repongo, avanzo un poco y me encuentro con Marcos, nos fundimos en un abrazo, me metió unos 25”. No es su mejor marca pero está muy satisfecho.
La incredulidad y la sorpresa no es sólo propia, mi entrenador también está asombrado, se lo veo en la cara, aunque no lo manifiesta.
Para mí fue la carrera perfecta, me encantan los días grises, me llevaron arropado toda la carrera y con ritmo constante, sufrí sólo al final. Y lo que me parece superlativo es el rendimiento obtenido en función a los entrenamientos, sinceramente espectacular.
Desgraciadamente no tengo fotos de la carrera , pero espero habérosla dibujado bien.
Buena crónica, "Inkel"... Las mejores carreras son aquellas en las que no eres consciente de lo que estás logrando, simplemente, todo fluye.
ResponderEliminar¡Saludos, compi!