Bien, es algo que generalmente se pregunta la gente que está
a nuestro alrededor, familia, amigos, vecinos o esos que nos ven correr bajo el
aguacero tan panchos. Difícil respuesta, se podría decir que nos gusta,
simplemente.
Sin embargo el otro día encontré una posible respuesta. Y no
es una respuesta que se pueda explayar en cuatro líneas, no tanto por la
dificultad de hacerlo, sino porque fue más una sensación, un sentimiento que me
arrastraba.
Bien, me explico. El pasado jueves ayudé en la mudanza y
acondicionamiento de la nueva casa de uno de mis tíos que se muda a San Nicolás
del puerto, en plena Sierra Norte, un paraíso. Nada más llegar a la cancela de
su casa y comenzar a descargar bártulos veo que su calle se convierte en una
angosta carretera, vieja, llena de baches que se adentraba en la rivera,
paralela a la “famosa” playa de San Nicolás.
Minutos después le pregunto a mi tío que a dónde va esa
carretera. –No lo sé, - me responde-, pregúntale a Tomás que conoce algo el
pueblo. Lo dejo pasar, sigo con mis cosas, colocando una cosa allí, otra aquí.
Nos ponemos a poner una red en la cancela exterior para
evitar que entre en el patio la basurilla empujada por el viento. Y yo no hacía
más que mirar para el carril y aprovechando que estaba haciendo esta tarea con
Tomás, un amigo de mi tío, le pregunto. Tampoco lo sabía, vaya chasco.
Parón para almorzar y tras terminar, ya que no tomo café,
salgo a la rivera y me digo voy a estirar las piernas. Casi una hora me tiré “perdido”,
primero por la carretera que llevaba
hasta la Ermita
de San Diego, que no pude ver ya que había una reja que impedía el paso y
rezaba “Propiedad de San Diego”. No sabía yo que los santos tenían propiedades
terrenales, ¿pagará IBI?. Al llegar hasta allí y dado que aún tenía ganas fui
por diversos senderos, ya de tierra. Ni que decir tiene que no me encontré a
nadie, paz absoluta.
Huelga comentar que durante esta excursión tenía unas ganas
de correr inmensas pero además de estar en mi día de descanso atlético, sí los
corredores también solemos ser disciplinados llegando a ser cuadriculados, no
llevaba ropa de recambio para cambiarme a posteriori, si no…Bueno, vale, hice
un leve trotecillo cuesta abajo, pero es que se me iban los pies, la
inclinación, el aire en la espalda, ¿estarían preocupados por mí?...
No sé si habré aclarado algo, o por el contrario se habrá
producido el efecto contrario, es decir una mayor incompresión.
yo si que te entendí,quizas es porque estemos igual de locos... :)
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